[La scienza della legislazione]. Obra de Gaetano Filangieri (1752-1788), publicada en 1780- 1788, y uno de los libros capitales del absolutismo ilustrado. Representa en las tendencias reformadoras del siglo XVIII la posición más abstracta, a la vez que la más consecuente con los principios: bajo tal aspecto, une una optimista esperanza de una renovación moral de la sociedad de su tiempo, a un rigorismo antehistórico de una concepción estatal que no se adecuaba bien con la tradición europea. Si hasta ahora los soberanos se han preocupado de mantener ejércitos y tropas para dominar y vencer (como si no existiese más que un problema: «hallar la manera de matar la mayor cantidad de hombres en el menor tiempo posible»), la nueva ciencia de la legislación debe valerse de nuevos medios para el bien del Estado: el arte de gobernar ha de basarse por tanto en principios claros y lógicos, a fin de lograr que la humanidad pueda realizar de la mejor manera posible el logro de su felicidad natural. Los tiempos son adecuados para la divulgación del pensamiento filosófico y político y para el mejoramiento de las condiciones de dominio. En el bienestar de todos, es donde radica la salvación de los gobiernos y su continuidad en la historia: las reformas son tan necesarias, que todo conduce fatalmente a ellas, símbolo del progreso humano. Sobre todo con referencia a la población y a la riqueza, el autor trata de explicar la necesidad del Estado en relación con sus súbditos: de aquí el deber de cuidar de la educación de éstos y de su bienestar con leyes justas y duraderas, basadas en el consentimiento de todos.
De la acción benéfica del gobierno obtendrían los soberanos mayores ventajas que las que sacan de las luchas intestinas y de las campañas militares, onerosas y sanguinarias; difícil, pero necesario, es el equitativo reparto y distribución de las riquezas. Las tres fuentes de riqueza, agricultura, artes, comercio, deben ser previsoramente encauzadas por el legislador con previsiones oportunas. En la solución de los más importantes problemas seculares es donde el gobernante hallará la mayor gloria a que pueda aspirar. De las leyes políticas y económicas, pasa la obra a las crimmales, con el fin de establecer la seguridad, la tranquilidad y la conservación de los hombres y de las instituciones. Interés especial le merece la educación, tanto pública como privada: ella forma el espíritu de los hombres de gobierno y el de sus súbditos; un fin único es el asignado por la naturaleza a la sociedad: el de mejorarse. Finalmente, estudia y selecciona, a la luz de una cerrada crítica, los métodos utilizados por la justicia, según las leyes de la propiedad y de la familia. La actitud de Filangieri, lleno de entusiasmo por las innovaciones anheladas, es característica: aplica sus principios a toda Europa con una falta de preocupaciones históricas que no procede sino de la fe en el porvenir y de la convicción de una renovación radical de la sociedad; trata de ser el contemporáneo de todas las épocas, el ciudadano de todas las naciones civilizadas. De aquí el «filosofismo» de la obra y su importancia en el movimiento espiritual del enciclopedismo. Precisamente aplicando su crítica al siglo XVIII, en nombre de los nuevos principios liberales, Benjamín Constant pudo escribir, en la época de la Restauración, su Comentario a la obra de Filangieri (v.).
C. Cordié