[Wissenschaft der Logik]. Obra del filósofo alemán Georg Wilhelm Friedrich Hegel (1770-1831), aparecida en 1812. El desenvolvimiento del espíritu humano consiste en la autocomprensión del espíritu universal; la naturaleza de todas las cosas puede entenderse mediante el proceso recorrido por el espíritu humano para comprender su propia organización y, con ella, la organización del universo. Por eso, la ciencia de la lógica, que estudia los nexos universales y necesarios del pensamiento, es, a la vez, metafísica, explicación del proceso del Absoluto que es realidad en tanto que es racionalidad, y que es racionalidad en tanto que es realidad. Las categorías, principios fundamentales del pensamiento unificador de la experiencia, no sólo constituyen las formas de operar de la mente, sino que son, a la vez, los principios del Absoluto que deviene, las formas objetivas de la vida: Hegel sustituye la lógica formal con la lógica real. La comprensión de las categorías no puede obtenerse con la definición, que fija un concepto en lo estático y lo abstracto: todo pensamiento es esencialmente movimiento y relación hacia su contrario, porque sólo de la oposición, que se resuelve en una unidad superior para engendrar una oposición nueva, surge el proceso de la auto- conciencia. Las categorías son, por tanto, momentos necesarios del pensamiento y esquemas de toda la vida real; en el desarrollo de éstas, en el generarse una de la otra, está la explicación de todo el devenir universal.
El método de la lógica no es por tanto el de la definición y de la clasificación, sino el método dialéctico: método que toma la realidad en su movimiento, en su paso de un momento a otro, en la vida que es una verdad en cuanto que se engendra como verdad. Todo pensamiento fundamental, toda categoría, es un momento necesario de la conciencia; pero ninguna categoría puede aislarse de las demás que la implican, ni de la unidad que las comprende a todas; unidad orgánica de todas las diferencias, autoconciencia. Pero si la autoconciencia comprende e implica todas las categorías, su definición, esto es, el análisis de todos los elementos contenidos en la idea de autoconciencia, constituirá la lógica misma; la cual, estudiando la diferenciación de los momentos en los que se desenvuelve la conciencia para llegar a la unidad orgánica de las diferencias, a la integración de todas las categorías en la categoría suprema, debe arrancar de un principio en el que la unidad esté presente en forma implícita, y reunir poco a poco los nexos gracias a los cuales los diferentes elementos se integran recíprocamente. El principio será la más simple y la más abstracta de todas las categorías, la categoría del ser; por la cual cada cosa se refiere a sí misma como si no tuviese ninguna relación con las demás ni con el espíritu. El principio del conocimiento, es la aprehensión de las cosas existentes por sí; afirmando que ellas «son», se supone que son, por tanto, «en sí», fuera de toda otra relación. Pero la reflexión verifica que de las cosas finitas se puede decir igualmente que «son» y que «no son».
El «ser» de la realidad inmediata es su determinación, esto es, su «no ser» otra cosa; el ser, por tanto, «es», en cuanto que implica la relación con el no ser, en cuanto que se identifica con su contrario. La oposición es, por tanto, relación, esto es, «identidad en la diferencia», identidad que no es estática, sino dinámica; el ser se determina según las categorías de calidad y cantidad; pero el «cómo» y el «cuánto» cambian, se traspasan en una diversidad que a la vez los conserva y los niega: la relación entre el ser y el no ser constituye el cambio, el devenir. En la unidad del devenir, ambos términos opuestos son, a la vez, conservados y anulados: conservados como momentos necesarios de la unidad, negados como oposición. El ser inmediato no es, por tanto, el real concreto: la conciencia refleja pasa de la afirmación a la negación para llegar al conocimiento mediato, a la afirmación de la unidad en la oposición. Pero el devenir no es sino un continuo surgir y resurgir de oposiciones y diferenciaciones; el pensamiento científico tiende a establecer la conexión necesaria de los aspectos opuestos de las cosas, a definir como leyes las relaciones esenciales. Las categorías fundamentales de que se sirve el conocimiento científico, son las de «uno» y de «muchos»; de «forma» y de «materia»; de «ley» y de «fenómeno»; de «sustancia» y de «accidente». Pero la realidad comprendida en la relación necesaria entre lo permanente y lo mudable no es el objeto abstracto, el Ser en su determinación cuantitativa y cualitativa, en el que aún no está expresada la relatividad, si bien se halla implícita; es la realidad entendida en un sentido más profundo que la objetividad inmediata, como organización y como ley.
La categoría que comprende a la realidad así considerada, es la Esencia: del mismo modo que la Esencia es el objeto de la percepción, así la Esencia es el objeto del pensamiento. El concepto de esencia se presenta primero como contrapuesto al de existencia; pero tal contraposición, a través del desarrollo de las categorías de «identidad», de «distinción» y de «contradicción», queda eliminado, y toda la realidad aparece comprendida como un agregado indefinido de existencias correlativas y transitorias, cada una de las cuales sólo existe en cuanto determina a las otras y viene determinada por éstas en conformidad con las leyes generales. Precisamente la ley, la reciprocidad y relatividad universal es la síntesis de la esencia y de la existencia. El pensamiento científico, al desarrollar las categorías de «causalidad» y de «acción recíproca», se eleva a la concepción de la realidad como ley orgánica de los hechos. Pero ésta, que es a un tiempo una «reafirmación generalizada» y una negación de los hechos, no es capaz de dar una explicación completa de los fenómenos inmediatos: el principio a que los refiere no agota nunca su significado, porque los presupone. La ley es esencialmente relativa a los fenómenos y necesita de ellos para que la confirmen y la expliquen. La aplicación de las categorías científicas deja por tanto un dualismo sin resolver: es necesaria una reinterpretación de los resultados de la ciencia, por medio de otras categorías superiores.
Así como la ciencia es la verdad del pensamiento común, así la filosofía es la verdad de la ciencia. Lo que permanece en las mutaciones, el principio a que se deben las determinaciones y las relaciones, no puede consistir en la objetividad como ser o como esencia, ni en lo determinado o en la relación, sino que es el principio autodeterminador, relativo a sí mismo, desenvolviéndose en los cambios, es el principio ideal de los hechos, que se desenvuelve para explicar la riqueza de su propio contenido. Tal unidad es la razón de todos los cambios y de todas las relaciones; los momentos de su autodesenvolvimiento, son las determinaciones por las cuales viene a la conciencia, lo que en ella estaba implícito. La realidad se revela de este modo como sujeto. La lógica subjetiva desarrolla la doctrina del concepto, esto es, del pensar filosófico. El concepto filosófico se distingue de los conceptos abstractos y generales de las ciencias y de las matemáticas, porque es universal y concreto, unidad que implica la multiplicidad de las distinciones, la oposición y la relación. Con el concepto, el pensamiento se afirma como conciencia de sí; pero tal conciencia supone la oposición y la relación del yo con el no yo. Esta oposición revela la exigencia de una más alta unidad, porque el yo puede ser consciente de sí, y, por ello, distinto y relativo, sólo en cuanto supera la distinción entre él y su objeto. Las categorías filosóficas, subjetividad y objetividad, engendran, por tanto, la categoría de la unidad orgánica que es autoconciencia; y ésta se revela como el principio fundamental de todo el proceso de la realidad y del pensamiento.
El desenvolvimiento de la autoconciencia, culmina, pues, en la «idea» misma de autoconciencia. Idea absoluta que se manifiesta a sí misma en la diferencia del yo y del no yo, y que, superando esta diferencia, llega a la suprema unidad consigo misma. Ésta es la más elevada de las categorías, la que contiene e implica a todas las demás, mientras que, a su vez, se halla implícita en cada una y en todas, como su significado y su última verdad. La obra de Hegel constituye la más poderosa tentativa de sustituir con una nueva lógica (la lógica del espíritu o del devenir), la lógica de Aristóteles que hasta entonces había dominado la filosofía. [Traducción española de Antonio M. Fabié (Madrid, 1872) y de Antonio Zozaya (Madrid, 1892-1893)].
E. Codignola
Después de Aristóteles y de Kant, y a pesar de toda la arbitrariedad de su construcción, Hegel se nos presenta como el mayor lógico que la historia conoce, y a la par de los otros dos, constituye una prueba más del hecho de que un tratado verdaderamente original y creador de la lógica sólo es posible para quien, fuerte en su rica experiencia científica, puede dominar con la mirada todo el trabajo de la conciencia humana. (Windelband)
La lógica de Hegel es la primera respuesta decidida a la Crítica de la Razón pura, de Kant. Si Hegel tuviese razón, habría resuelto la cuestión que Kant consideraba como insoluble; la de construir, por vía especulativa, una ciencia del ser. (Hoffding)