Guía de la Pintura, Dionisio de Furna

Es un compendio de las tradiciones técnicas e iconográficas de los pintores del Monte Athos, redactado en lengua griega por el monje Dionisio de Furna a principios del siglo XVIII. El ma­nuscrito fue descubierto por Didron y pu­blicado, en traducción francesa, en 1845; sin embargo, solamente los modernos edito­res han podido precisar la época real de la composición del libro que equivocadamente se consideraba mucho más antigua.

La Guía se propone educar a los pintores, dándoles una instrucción de carácter casi exclusiva­mente religioso. Se divide en tres partes, siendo la primera un conjunto de prescrip­ciones técnicas, mientras la segunda trata de los temas religiosos y la tercera de la manera de distribuirlos, en un sistema or­gánico, en la decoración de las iglesias. Falta en el libro un verdadero interés ar­tístico; el escritor no se preocupa ni si­quiera de definir qué es la pintura, pues lo que más le preocupa es enumerar dog­mas iconográficos a fin de evitar equivoca­ciones en materia de culto y dar una ense­ñanza moral a los fieles. El discípulo pintor es exhortado a no alejarse nunca de la manera de pintar de su maestro; su más alta ambición ha de ser la de llegar a re­producir perfectamente las pinturas del ce­lebrado artista Manuel Panselinos. Por lo tanto no hay en la Guía la menor huella, a pesar de alguna que otra relación exterior con el Renacimiento italiano, de la nueva conciencia de la personalidad del artista, nacida precisamente en Italia, y ya en em­brión en el Libro del Arte (v.) de Cennini, que es del siglo XIV. De aquí el carácter todavía medieval de la obra de Dionisio, expresión de una cultura cerrada en sí mis­ma y sin desarrollos. A pesar de su redac­ción tardía, el libro sufre la influencia de procedimientos artísticos mucho más antiguos y tradicionales.

Sin embargo no pue­de ser considerado como un código del arte bizantino en época dorada, sino más bien como un documento de la rigidez y de la fosilización de aquel arte en preceptos y fórmulas estáticas, fielmente transmitidas de generación en generación. Muy notable es, sin embargo, la importancia de la Guía, no solamente porque refleja un tradicionalismo figurativo sin par en el ambiente artístico mucho más inquieto y dinámico del Occi­dente europeo, sino también porque es la única obra literaria brotada directamente de la práctica artística del Oriente cristiano.

G. A. Dell’Acqua