Guarino Mezquino, Andrea da Barberino

[Guerrin Meschino]. Novela caballeresca de Andrea da Barberino (aproximadamente 1379-después de 1431), publicada por vez primera en Padua en 1473. Pertenece, junto al Bueves d’Hanstone (v.), los Reyes de Francia (v.), los Narboneses (v.), el Aspromonte (v.) y algunas otras novelas populares y queridas por las multitudes de aquella época, a aquella literatura caballeresca cuyos ele­mentos principales y más numerosos se de­rivan de la materia tradicional de los can­tares de gesta franceses.

Junto a Carlomagno (v. Rey Carlos) había bajado a Ita­lia en 783 el duque de Borgoña, Gherardo de Fratta, cuyos dos hijos habían creado más tarde un reino en el sur de Italia. Uno de ellos, Milón, había llegado a Alba­nia, sometiéndola y estableciendo en Durazo la sede de su gobierno. Sin embargo, los antiguos señores del lugar, Madar y Napar, no dejan de combatirle, hasta conseguir destronarle y capturarle en unión de su joven esposa Fenisia. Guarino (v.), hijo de am­bos, a la edad de dos meses es puesto a salvo secretamente por su nodriza, embarcándolo en una nave; ésta es atacada por unos corsarios, quienes venden el niño co­mo esclavo en Salónica. Comprado y adop­tado por Epidonio, hombre rico y sin hijos, lo bautizan con el nombre de Mezquino, debido a su triste condición. Epidonio se muestra paternal y generoso con él, hasta el punto que, aun cuando llega a tener un hijo propio, los hace criar juntos. Siendo todavía un adolescente, Guarino se hace notar muy pronto en la corte imperial, don­de el hijo del emperador Alejandro lo pide y lo obtiene en regalo. Empiezan entonces las contrariedades de Guarino, que se ena­mora de Elisena, hija del emperador. Se organiza un torneo en el que pueden par­ticipar solamente caballeros de nacimien­to: el vencedor obtendrá la mano de la princesa. Mezquino, presentándose como un caballero desconocido, vence a todos los concursantes, pero no consigue en premio a Elisena. Mientras, Torindo y Pinamonte, hijos del rey de Turquía, humillados por la derrota, le cuentan a su padre que han ganado en el torneo, y que no les conce­dieron el premio prometido.

Éste, enfure­cido, declara la guerra al emperador: y la guerra se gana gracias al valor de Guarino. Pero éste se encuentra cada día más triste a causa de su origen desconocido: también el emperador quiere ayudarle y manda ha­cer indagaciones; todas resultan vanas, sin embargo. Un día, un mago advierte a Gua­rino que, si quiere enterarse de su origen, debe ir a consultar a los Árboles del Sol y de la Lima en Oriente. Parte y viaja por mar y por tierra; atraviesa el país de los tártaros, la Media, etc. Por doquier da con aventuras extraordinarias, fieras y gigan­tes, pueblos desconocidos. Por fin llega a los Árboles del Sol y de la Luna: cuando el sol toca la cumbre de uno de ellos, oye una voz que le dice: «Vete a Occidente y encontrarás tu estirpe»; y cuando toca la cumbre del otro: «Tu nombre es Guarino y eres de sangre real». Los Árboles han hablado; sin embargo, él se marcha insa­tisfecho y recorre a la vuelta otro camino, hasta la Meca. Al llegar a este lugar, des­pués de varias aventuras, defiende a la jo­ven y bella Artemisia, hija del rey de Persépolis, muerto por los turcos, y se casa con ella. Sin embargo, pronto se pone nuevamente en marcha, en busca de su origen, haciendo prometer a Artemisia que le esperará. De país en país y de aventura en aventura, llega por fin a Italia para interrogar a la Sibila. Después de una lar­ga estancia junto a ella, y después de re­sistir a sus lisonjas, le saca una obscura profecía: «Encontrarás la última parte de Occidente y los siete círculos del Infierno y allí te será mostrado en efigie tu padre». Una vez más Guarino echa a andar, y des­pués de largos viajes llega a Irlanda, al Purgatorio de San Patricio. Después de confesarse y comulgar, baja por una escalera de piedra y avanza por un lugar descono­cido, que no es otra cosa sino el mundo del más allá.

No faltan terremotos, demonios que le echan de un círculo a otro, haciéndole experimentar el ardor del fuego y otras penas, hasta que con una invocación a Je­sucristo es liberado. Se encuentra en una llanura de espíritus bienaventurados y por fin en una iglesia donde dos monjes le di­cen que sus padres están vivos y le enseñan sus efigies. Regresa entonces a Roma, y el Papa le habla de una expedición que Guicciardo de Pulla está preparando contra Al­bania, para vengar a su hermano hecho prisionero desde hace muchos años. Guarino parte con Guicciardo. Durazo es tomada, y Milón y Fenisia recobran la libertad. Gua­rino reconoce en ellos las efigies vistas en la iglesia de San Patricio y, al enterarse de la verdad, alcanza por fin su sueño. Milón es reintegrado en el trono de Durazo, mien­tras Guarino, regresando a Persépolis para recoger a Artemisia, se establece con ella en Tarento. Al cabo de muchos años, muer­ta Artemisia, quiere hacerse ermitaño, pero muere mientras va a refugiarse en el de­sierto. La novela resulta pobre de arte, sin colorido; se repiten sentimientos, pensa­mientos y afectos en una motivación siem­pre igual. Sin embargo, tuvo mucha popu­laridad y divulgación, debido a la descrip­ción de un mundo de la caballería amado por el vulgo. Fue traducida al francés a finales del siglo XV y al castellano en el siglo XVI. Es mencionado en el Don Qui­jote (v.) y se encuentran sus trazas en poe­mas caballerescos posteriores. [La antigua traducción castellana de Alonso Hernández Alemán lleva por título Crónica del noble cavalleró Guarino Mesquino (Sevilla, 1512) y fue varias veces reimpresa].

C. Cremonesi

Substituyó el relato a sacudidas de la «laxa» monorrítmica francesa por la flexi­ble dicción de la novela italiana matizada suavemente aquí y allá con cierta luz ovidiana. (Carducci)