En el lado salvaje de Peter Magnus


Por Gerardo Diego Alberca*

cubierta-eneladosalvajemedNo debemos mirar aquí nada nuevo por experimental que pueda parecernos esta novela firmada con el seudónimo de Peter Magnus, titulada En el lado salvaje, título elegido, con toda probabilidad, para desconcertar a los lectores. Si creemos que vamos a encontrar un mundo salvaje como el título de esta novela nos indica, puede que vayamos equivocados, siempre que el concepto de salvaje lo entendamos como tal y lo apliquemos a los personajes y a las circunstancias narradas en este libro, que como hemos dicho podríamos definir como novela experimental. La parte salvaje existe, pero no del modo que existe en novelas como La carretera o Meridiano de sangre del escritor americano Cormac McCarthy.

El lado salvaje de esta novela que nos ocupa es brutal, pero al estar tratado desde esa perspectiva de que el criminal es inocente mientras no se demuestre lo contrario, los delitos que éste comete parecen menos salvajes, de hecho no ahonda esta novela en ese conflicto, sino en el de las posibilidades que puede llegar a tener un delincuente, que al inicio se nos presenta como un simple y vulgar ladrón de coches:

“Rov Dalas analizaba su situación mientras conducía a ciento cincuenta kilómetros por hora por la autopista Marbella-Algeciras escuchando una recopilación de éxitos de Bob Dylan.

Su mente se detuvo como si hubiera chocado el vehículo en el que viajaba con un doble muro -un muro más atroz y destructivo que el muro de la indiferencia-, cuando la canción número trece del disco de éxitos de Bob puso las primeras notas en el habitáculo del coche que Rov había robado horas antes en el parking de unos grandes almacenes: un descapotable marca mercedes de color gris ceniciento.”

Para más tarde mostrarnos la crueldad con la que actúa Rov Dalas, porque la acción de la novela nos irá llevando hasta el doble asesinato que comete éste por venganza arrebatado por el odio y los celos. Así aparece la pistola llamada Anita, y que el autor, al incluirla en esta novela, le hace un guiño al lector, usando los trucos que usaba Nabokov, para que descubra en esta lectura de dónde procede esta tal Anita, el autor nos deja algunas claves para que descifremos y encontremos en qué otra novela de esta autor está presente como protagonista la pistola Anita que con el sonido lacónico de sus balas acaba con la vida de Norma y el cacique, y más tarde con la vida de un matón a sueldo de la mafia rusa. Aquí el autor nos hace otro guiño, al acabar con la vida de Norma y el cacique, porque estos son una metáfora, otro truco usado por Magnus para hacernos ver que tras su novela, en apariencia totalmente profana en política, revoluciones y luchas sociales, se esconde el germen de la rebeldía, de la afrenta al poder, del cuestionamiento de las normas (Norma) impuestas por los gobernantes (Cacique). Cosa a la que los que seguimos a este autor, que ahora firma esta novela con este seudónimo como hemos dicho, nos tiene acostumbrados.

Hay un juego con el que parece pasárselo genial el narrador, en este caso porque nos narra, unas veces en tercera persona del singular para pasar sin comas, o puntos a narrar desde la primera persona del plural indicándonos que “ellos son los narradores omniscientes que lo saben todo, pero que al lector se lo van a ir contando como buenamente ellos crean que deben hacerlo”, e incluso pasa la narración de estar realizada en primera persona, como si el mismo autor fuera el protagonista, para dejarnos en una línea más abajo la reflexión del omnisciente narrador y su “negro literario”.

Podemos citar aquí algunos autores que han influenciado a este autor a la hora de escribir En el lado salvaje como podrían ser Bukowski, Camus, Joyce o incluso el citado Nabokov del que vemos que Magnus usa sus trucos para despistar al lector dándole esas claves a modo de guiño para que siga las miguitas que va echando por el camino hacia el profundo bosque hacia el que quiere llevar al lector, un bosque donde lo abandonará para que sea el mismo lector el que encuentre la salida del laberinto al que Rov Dalas acaba de ser condenado.

Es a la mitad aproximadamente de la novela cuando el autor nos planta ante un escenario atípico, porque abre la novela en tres partes, tres caminos por los que deambulará el protagonista buscando en cada uno de ellos una cosa distinta, aunque los omniscientes narradores nos hagan creer que es la misma. Así la narración, como hemos dicho se abre en tres, es un trino, y ya no caben posibilidades de duplicidades, ya no cabe una bipolaridad o algo parecido, ahora son tres vías, tres pensamientos que buscan una solución al conflicto:

“Liberación, Prisión y Huida” son esos caminos que ha de recorrer el protagonista para alcanzar su fin, pero ¿cuál de ellos es el real y cuál el ficticio? Aquí la narración ya se convierte en algo brutal, porque debemos ir muy despiertos para no despistarnos, que es, en la medida de las posibilidades, lo que intenta hacer el autor valiéndose de esos narradores omniscientes que nos van a ir mintiendo en cada capítulo para llevarnos a un lupanar donde el surrealismo nos puede llegar a producir vértigo.

 

* Gerardo Diego Alberca, es periodista, actualmente retirado por razones de salud. En la actualidad su único trabajo consiste en leer y escribir muy de tarde en tarde sobre literatura.

 

 

 

 

Conquista de lo inútil (Werner Herzog)

Conquista de lo inútil, de Werner Herzog

Conquista de lo inútil, nada menos. El título, promete.

Eso fue lo que pensé al encontrarme con este extraño libro, que se anuncia como un diario de rodaje del cineasta Werner Herzog y en el que a al postre el rodaje tiene un papel muy secundario, absorbido por el agobiante, infernal ambiente de la selva, ese organismo vivo que todo lo corroe y todo lo puede, sepultando en un exceso de vida cada brote de esa misma vida que pretende considerarse único y autónomo.

Conquista de lo inútil es la historias de una obsesión: la del director alemán Werner Herzog, que quiso rodar a su vez la historia de otra obsesión: Fitzcarraldo. El rodaje duró dos años. Dos años de mosquitos, peligros, enfermedades, distintas vicisitudes en las relaciones con los indios, con el gobierno peruano, con el gobierno ecuatoriano, con actores tan apocados como el primer protagonista, Jason Robarss, que no pudo soportar el rodaje y fue sustituido pro el demencial Klaus Kinski, quizás el único capaz de vivir en aquella locura de moscas, humedad, moho y demencia reconcentrada.

Esto es lo que cuenta el libro, que al fin y al cabo es un diario: las experiencias diarias y el diario combate contra las fiebres, la locura, la hostilidad de la selva a los europeos y la voluntad de subir, de veras, un barco a la montaña, porque Herzog no pensaba conformarse con rodar semejante escena sobre una maqueta. Tenía que subir realmente un barco, y tenía que ser en medio de la selva.

El resultado es una obra tremenda, casi dantesca, compuesta con tintes wagnerianos que llegan a lo lírico en muchos párrafos, pero a esa lírica germánica del crepúsculo de los dioses y la cabalgata de las Walkyrias, del Triunfo de la Voluntad y de los concierto de Brandeburgo de Bach sonando en el abandono de un lugar que bien pudiera estar en otro planeta.

Todo es nuevo, todo es distinto. Todo tiene su propio peso y su nuevo sabor, desconocido para las escalas europeas. Lo único que es universal es la obsesión y la voluntad. Aunque no sirva para nada. Aunque sea una conquista de lo inútil.

Grandioso.

La Eneida (Virgilio)

eneidaVirgilio dedica los diez últimos años de su vida, del 29 al 19 a. de C.- a escribir la Eneida, un poema épico en hexámetros que iba a eclipsar todas las obras épicas precedentes de escritores romanos e iba a fijar las características del genero para los escritores épicos posteriores. En este poema se ensalza el origen y crecimiento del poder romano. Ciertamente por los años en que Virgilio comienza a escribir la Eneida se producen los hechos centrales que inician el principado de Augusto: Octavio regresa victorioso de Accio, la paz en el imperio es total, se concede el titulo de «Principe» y de «Augusto» a Octavio; en resumen, Roma vive unos momentos de gloria que pudieron inducir al poeta a lanzarse por los caminos de la épica. Al parecer el deseo de Mecenas y del círculo de intelectuales próximo a Augusto era que el poema se hubiera centrado en la figura del propio emperador; el logro de Virgilio fue prescindir de la glorificación personal y unir los destinos de Roma y de Augusto en la glorificación de los orígenes míticos de la ciudad. Para ello se sirve de la leyenda de Eneas, padre mítico de Roma y, al mismo tiempo, antepasado divino de Augusto.

El tema central del poema es, pues, la leyenda de Eneas, el héroe troyano que sobrevivió por mandato de los dioses a la destrucción de Troya y, tras un largo viaje, fundó un asentamiento troyano en Italia. La intencionalidad política de la Eneida es evidente ya en la elección del tema. Escogiendo la leyenda de Eneas como fundador de Roma, Virgilio relacionaba ésta definitivamente con la cultura griega. Por otra parte, se hacía descender «la gens Iulia», a la que Augusto pertenecía, de Iulo, el hijo de Eneas; de esta forma, como según la leyenda Eneas era hijo de la diosa Venus, se establecían unos orígenes divinos para el emperador. Virgilio presentaba así el régimen de Augusto como el heredero natural del glorioso pasado romano: Roma y Augusto quedaban de esta manera identificados de forma mucho más sutil y eficaz.

Como obra literaria la Eneida es un poema de una extraordinaria complejidad. Sin duda Virgilio se inspiró en los poemas homéricos, pero al mismo tiempo, abandonando su primera vinculación con los «poetae novi», se aproxima a la épica arcaica de Ennio y de Nevio, que habían ensalzado a los héroes de su historia nacional mezclando hechos históricos con aspectos legendarios. Virgilio logra unir en el poema el presente y el pasado, la historia y la leyenda con gran habilidad; las hazañas de Augusto y los logros y aspiraciones de su recién nacido Principado aparecen en el poema, no expuestos directamente como materia narrativa, sino en forma de disgresión profética o fabulosa: en el libro I, Jupiter pasa revista a la historia de Roma hasta la época de augusto; en el libro VI la sombra de su padre, Anquises revela a Eneas el destino de Roma como dominadora y civilizadora de pueblos; por último, Virgilio aprovecha el recurso épico a la descripción de las armas, tomado directamente de Homero, para realizar una descripción de la historia de Roma que culmina con la victoria de Accio y el triunfo de Octavio Augusto. La Iliada y la Odisea le sugirieron la composición del poema en dos partes: los seis primeros libros, en los que se narra la peregrinación de Eneas desde la destrucción de Troya hasta su llegada a Italia, recogen el modelo de la Odisea; los otros seis, que recogen las alternativas en la lucha por la conquista de Italia, recuerdan a la Iliada. A la influencia homérica se debe también la presencia de los dioses y sus interferencias en la vida humana.

Por otra parte, Virgilio se mantiene en la Eneida fiel al concepto romano de épica: es un poema nacionalista en el que no sólo Roma sino también Italia forma parte de los acontecimientos. Junto a la maquinaria mitológica, tomada del mundo homérico, aparecen en el poema, tratadas con gran respeto, antiguas creencias y prácticas religiosas, que estaban profundamente ancladas en la tradición romana. Es un poema que enaltece los sentimientos de piedad y religión, rasgos característicos de la antigua Roma y que Augusto intentaba restaurar. Eneas se nos presenta guiado paso a paso por la voluntad de los dioses en su tarea de establecer los «Penates» troyanos en Italia. Virgilio, aún reconociendo su deuda con Homero, supo imprimir a su obra un profundo sello de «romanidad»: pretendió reflejar los principios de la restauración religiosa y moral que se estaba realizando durante el Principado de Augusto.

El poema comienza cuando Eneas y sus compañeros llevan ya algunos años vagando en busca de la tierra donde, según el mandato de los dioses, han de fundar una nueva ciudad. Eneas, con los Penates de la destruida Troya, con su padre Anquises y su hijo Ascanio vaga, asistido por su madre Venus, durante mucho tiempo por el mar, cuando una tempestad los arroja a las costas de África. Allí se está levantando Cartago, la futura rival de Roma. Recibido hospitalariamente por la reina Dido, Eneas hace un relato de la destrucción de Troya y de los acontecimientos posteriores. Narra a continuación Virgilio los amores de Eneas y Dido, que se ven obstaculizados por Jupiter, quien recuerda a Eneas la misión encomendada por los «hados»; Eneas parte y Dido se quita la vida. Estos episodios ocupan los primeros cuatro libros y destacan de entre ellos la destrucción de Troya, narrada con tono verdaderamente épico en el libro II, y los amores de Dido y Eneas, que ocupan todo el libro IV de un gran valor dramático y centrado en torno a la figura de Dido, uno de los personajes más logrado del poema. La primera parte del poema termina con el descenso de Eneas al infierno, narrado en el libro VI; allí contempla los espíritus de personas desaparecidas y recibe de su padre Anquises una visión profética sobre sus descendientes. Es éste un libro de una gran belleza formal y dotado, al mismo tiempo, de un importante contenido ideológico y filosófico; en él se exponen las ideas de Virgilio, tomadas del Neoplatonismo, acerca de la vida de ultratumba y de la reencarnación.

Los seis libros siguientes, de mayor contenido narrativo y tono épico, narran la llegada a Italia de Eneas y sus compañeros y sus luchas principalmente con los Rútulos por el dominio de Italia. Destacan en estos libros algunos episodios, como el de Niso y Euríalo (libro IX) de gran valor dramático, el ataque de las amazonas dirigidas por Camila y, muy especialmente, el combate final entre Turno y Eneas que termina con la victoria de este último.

2.2.2.- Lengua y estilo de la Eneida.

Desde el punto de vista de la evolución del género épico, la Eneida se distancia de todos los poemas anteriores: por primera vez en un poema épico se insertan en la narración recursos y tonos literarios dramáticos y líricos. El estilo de la Eneida es nuevo; Virgilio varía el tono del poema según los momentos y alterna con gran naturalidad la solemnidad épica con el lirismo más puro y con momentos de fuerte dramatismo. Probablemente no alcanza la grandeza de Homero, pero construye una obra de gran humanidad; este es el rasgo más característico de Virgilio: el poeta canta al hombre que sufre para obedecer su destino y no al guerrero que combate. En este carácter lírico de la Eneida, que tan bien se adecua al propio carácter del poeta, se observa la influencia del «epilio» alejandrino. Aunque Virgilio imita a Homero y se inspira en él, su concepción de la poesía es ya muy distinta. Homero es el representante paradigmático de una épica primitiva, pensada para ser recitada generalmente con acompañamiento musical; su intención era exclusivamente cautivar y entretener. Virgilio, por su parte, es un poeta erudito: su obra es producto de un intenso estudio de la fuentes y de los modelos tanto griegos como latinos.

Uno de los aspectos más criticados del poema virgiliano es el tratamiento de los personajes, en concreto el de Eneas. Se acusa a Virgilio de crear un personaje excesivamente frío, atento solamente a la voluntad de los dioses y con poca vida. El rasgo más característico de Eneas es la «pietas» y es más un héroe humano que un héroe guerrero como los homéricos. El segundo personaje en importancia es Dido, cuyos amores con Eneas son el centro del libro IV; este personaje está tomado de la tradición épica latina: Nevio ya la había introducido en su poema. Virgilio nos la presenta como una víctima de los dioses. La figura de Dido desmiente a quienes consideran que Virgilio era demasiado blando como para crear caracteres fuertes; es Dido, quizá, la figura más lograda de la Eneida y está llena de fuerza y pasión humana.

La Eneida es una obra de extraordinaria perfección estilística y métrica, aunque su autor pidió en su testamento que se destruyera por considerarla inacabada. A pesar de los deseos del poeta, Augusto dio orden de que se publicara sin añadir nada, por ese motivo encontramos versos incompletos. Virgilio es el creador de un lenguaje poético clásico de extraordinaria perfección formal. Su estilo se caracteriza por la ya comentada variedad de tonos y por la cuidada selección de términos: alterna la utilización de neologismos (términos nuevos) y de arcaísmos que dan solemnidad al texto. Logró además una perfecta adaptación del hexámetro a la lengua latina.

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«El Codice Maya» de Douglas Preston

Tres hermanos muy distintos deben cumplir con la última voluntad paterna: emprender la peligrosa búsqueda de la herencia. Pero esa enorme colección de arte perdida en la selva incluye un tesoro codiciado por muchos. Tres héroes singulares contra ambiciosos sin escrúpulos, en un trepidante desafío comparable a Indiana Jones.

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LAS AVENTURAS Y DESVENTURAS DE LA FAMOSA MOLL FLANDERS (DANIEL DEFOE)

Moll Flanders

 Si no me engaño, el hallazgo esencial de Daniel Defoe (1660?-1731) fue la invención de rasgos circunstanciales, casi ignorada por la literatura anterior. Lo tardío de ese descubrimiento es notable; que yo recuerde, no llueve una sola vez en todo el Quijote. Más allá de esa tecniquería, como diría Unamuno, es admirable en su labor la continua creación de personas queribles y pecadores y el agrado peculiar de un estilo que no adolece nunca de vanidad. Saintsbury opina que su obra marca una etapa entre la novela de aventuras y la hoy llamada psicológica; las dos, de hecho, se confunden. El Quijote no es menos el carácter de don Quijote que los trabajos que padece; Robinson Crusoe (1719) no es menos el sencillo marinero, de origen alemán, que arma su habitación en la isla desierta que el penetrante escalofrío de la huella humana en la arena. Defoe, dicho sea de paso, mantuvo en el puerto de Bristol un largo diálogo con Alexander Selkirk, que vivió cuatro años y cuatro meses en la isla de Juan Fernández, al oeste de Chile, y que sería el prototipo de Crusoe. Conversó al pie del patíbulo con el ladrón de caminos Jack Sheppard, que fue ahorcado a los veintidós años y cuya biografía escribió.

 Nieto de un señor rural e hijo de un carnicero, Daniel Defoe nació en Londres. Su padre firmaba Foe; Daniel previsiblemente agregó la partícula nobiliaria. Recibió una esmerada educación en un colegio disidente. Los negocios lo llevaron por tierras de Portugal, de España, de Francia, de alemania y de Italia. Se le ha atribuido un panfleto contra los turcos. Estableció un negocio de mercería. Conoció la quiebra, la cárcel y la picota a la que dedicó un himno. No desdeñó el ejercicio del espionaje; trabajó por la unión de los dos reinos de Inglaterra y de Escocia. Abogó a favor de un ejército permanente. Ajeno a toda disciplina partidaria, se malquistó con los conservadores y con los liberales. Guillermo de Orange había ascendido al trono; la gente lo acusaba de no ser un inglés de pura cepa. En un folleto de vigorosos dísticos decasílabos, Defoe razonó que hablar de un inglés de pura cepa es una contradictio in adjecto, ya que todas las razas del continente se habían mezclado en Inglaterra, el albañal de Europa. En ese curioso poema ocurren los versos

 The roving Scot and bucaneering Dane,

 whose red hair offspring everywhere remain.

(El merodeador escocés y el danés bucanero, cuya prole de pelo colorado perdura en todas partes.) Esta diatriba le valió una pensión. En 1706 publicó el folleto que se titula Relato auténtico de la aparición de la señora Veal.

 Las Aventuras del Capitán Singleton, en Africa, prefiguran en un estilo muy disímil las futuras novelas de Rider Haggard.

 Era demonólogo; su Historia política del Diablo data de 1726.

 No deja de asombrarnos pensar que la recatada picaresca española, que nunca se atrevió a lo carnal, es la lejana antepasada de Las venturas y desventuras de la famosa Moll Flanders (1721), con sus cinco maridos, con su incesto y con sus muchos años de cárcel.

 Marcel Schwob tradujo este libro al francés; Forster lo ha ponderado y analizado.

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