Giordano Bruno y el Pensamiento del Renacimiento, Giovanni Gentile

[Giordano Bruno e il pensiero del Rinascimento]. Obra de Giovanni Gentile (1875-1944), publicada en Florencia en 1920. Esta obra recoge en vo­lumen varios artículos y ensayos, todos (excepto el último) publicados anteriormente en revistas, en torno al pensamiento del Renacimiento italiano, en el cual se ocupó Gentile durante muchos años.

De este en­sayo emerge una visión de conjunto del pensamiento del Renacimiento italiano en general, y de Giordano Bruno en particu­lar, que es tal vez una de las obras mejores de la historiografía gentiliana, por más que tenga sus acostumbrados defectos — inevita­bles e intrínsecos a su misma posición del actualismo — de unilateralidad y arbitrarie­dad. La filosofía escolástica de la Edad Me­dia, como Gentile ha intentado demostrar en Los problemas de la Escolástica (v.), no consigue superar los límites del pensamien­to griego, o sea, del platonismo, que pone frente al pensamiento humano una inmóvil realidad trascendente a la que el pensa­miento mismo intenta en vano adaptarse; por lo que no ha conseguido realizar filo­sóficamente el principio verdaderamente cristiano del espíritu como el hacerse de la verdad, como creación de sí y de lo verda­dero, como conquista de Dios por parte del hombre. El humanismo descubre, en cambio, y lo remacha en forma de afirmación, el valor del hombre como autoconsciencia, centro de la naturaleza, por medio del cual Dios se hace naturaleza y la naturaleza Dios.

Pero lo descubre estéticamente, ar­tísticamente, esto es de inmediato, por lo que al pensamiento del Humanismo — al aristotelismo de Pomponazzi y al pla­tonismo de M. Ficino y de Pico della Mirándola — escapa, aunque aquí y allá ro­zado e intuido, el concepto de la histori­cidad de ese proceso, la infinita mediación por medio de la cual se activa; por esto la religión, el Estado, y la historia quedan fuera del hombre y de la substancia de su vida espiritual. Lo mismo ocurre, en rea­lidad, con el Renacimiento; éste profundiza y amplía la intuición humanista, afirma enérgicamente la inmanencia de lo divino en el mundo y del mundo en el hombre, la participación de todos los seres en aque­lla única unidad que es el pensamiento a la vez divino y humano. Pero también se detiene en cierto punto, y a la intuición esteticonaturalística de Bruno, de Galileo, de Campanella, la realidad última y supre­ma se muestra en último análisis como una cosa dada (un dato) impenetrable para la razón y al cual debemos adaptarnos pasiva­mente, de donde las dos verdades — filosó­fica y religiosa, filosófica y política — ante las cuales oscilan las conquistas espiritua­les y filosóficas del Renacimiento.

Contra­dicción intrínseca, que constituye el drama de la vida y del pensamiento de G. Bruno. Éste, precursor inmediato de Spinoza, des­pués de haber resuelto de modo inmanentista el mundo en la unidad de la Mónada suprema, y haber superado su propio natu­ralismo intuyendo la historicidad de la ver­dad y, por lo tanto, el concepto del espí­ritu como autoctisis, se detiene ante la tras­cendencia y junto a la filosofía pone la teología, junto a la naturaleza o Dios inma­nente («Mens Ínsita ómnibus») acaba por poner la trascendencia del Dios de la fe («Mens super omnia») inaccesible a la ra­zón. Con su gloriosa muerte supera el dua­lismo afirmando ante la teología y la In­quisición los imprescriptibles derechos de la filosofía: pero en el plano del pensamiento no consigue superar este límite, que es co­mún a toda la filosofía del Renacimiento, aunque en Campanella se insinúe una su­peración.

G. Preti