Fantasías Patrióticas, Justus Móser

[Patriotische Phantasien]. Cuatro volúmenes de artículos, ensayos y fragmentos del escritor alemán Justus Móser (1720-1794), recogidos y pu­blicados por la hija del autor en 1774; la mayor parte de estos escritos habían apa­recido ya en «Beilage zu den Osnabrückis-chen Intelligenzblátter» [«Contribución a las gacetas osnabruckianas para la inteli­gencia»], fundada y dirigida por Móser en Osnabrück, su ciudad natal, entre 1768 y 1769. La colección no es, sin embargo, frag­mentaria e incompleta, sino que forma un «todo» que, como dijo Goethe, representa la personalidad de su autor y refleja fiel­mente toda la vida y el pensamiento de su tiempo. En los artículos, que se suceden sin orden alguno, se tratan asuntos variadísimos. No faltan las sátiras sobre la vida despreocupada y ligera de las empolvadas damas, a las que la lectura de las novelas francesas o afrancesadas excita de tal modo la sensibilidad, que se desvanecen a la vis­ta de una gota de sangre. Frente a ellas, presenta como modelo el tipo tradicional de mujer alemana sensata, que se ocupa del campo y de la casa con un sentido sano y real de la vida, el tipo de la Carlota del Werther (v. Cuitas del joven Werther).

El punto más saliente de la obra viene in­dicado ya en el título: es la vuelta a la tradición local, a la pequeña ciudad, al despertar del sentido patrio, palabra que, puede decirse, fue inventada en este período en su significado más amplio. Todo esto se contrapone, no sólo a la imitación fran­cesa tan en boga, sino, sobre todo, al sen­tido cosmopolita y humanitario, superficial y abstracto difundido por las teorías de la Ilustración. Y también a la corriente afín de la filantropía, al culto de la «buena ac­ción», en la concepción social realista, más afín a Rousseau que a Voltaire, basada en la necesidad de una jerarquía de clases, a cada una de las cuales se reconoce, por tan­to, una dignidad y un honor propios. Precisamente Móser trataba de fundar la jus­ticia y la moral sobre el honor, el antiguo honor que inspiraba las leyes de la vieja alemania. Su adhesión a la tradición llega hasta el punto de exaltar el derecho del más fuerte. Es enemigo de toda forma de gobierno que tienda a nivelar las clases y los ciudadanos, «a destruir la variedad y perfección individual que es lo que en­grandece las naciones». Es muy tolerante en cuestiones de religión, aun reconociendo como necesaria una confesión religiosa positiva para el buen régimen del Estado, oponiéndose en esto a la religión natural de Rousseau. Moser, que ha contribuido fuer­temente a la formación de la gran cultura alemana, enraizándola en su propio suelo, fue, con Herder y con Goethe, y por su tradicionalismo, un precursor.

G. F. Ajroldi