Facino Cane, Honoré de Balzac

Narración de Honoré de Balzac (1799-1850), publicada en 1836, y perteneciente al gran ciclo de la Comedia Humana (v. «Escenas de la vida parisien­se»). Con ocasión de una boda de pobres gentes, el autor descubre en la orquestina, compuesta de tres ciegos, la expresión amar­ga y dolorosa del tocador de clarinete al que los colegas llaman «Doge». Su verdadero nombre es Marco Facino Cane, príncipe de Varesse, descendiente del famoso «condottiero». En 1760 se había enamorado de una Vendramini, casada con un Sagredo, y esta pasión le había llevado a matar a Sagredo y, como consecuencia, a presidio. Estando preso, una inscripción árabe descubierta en las paredes de la celda le indicó un traba­jo de excavación incompleto y el modo de continuarlo. Tras un mes de duro y peli­groso trabajo, llegó a un subterráneo don­de estaban escondidos los tesoros de la re­pública, y entonces huyó con el carcelero, enriquecido con un enorme botín de oro y de diamantes. En 1770 vino a París con nombre español y se dió a la buena vida hasta que se quedó ciego.

Una mujer, a la que se había confiado ingenuamente, le abandonó, después de haberle despojado de toda su fortuna. Entonces el viejo, recogido en el asilo de ciegos, sueña con el tesoro que quedó en el subterráneo de la cárcel de Venecia y querría volver allá seguro de encontrar, aunque se halle ciego, el oro que allí se esconde. El oro, su brillo, la fuerza arcana y corruptora que de él ema­na, es el motivo conductor de esta narra­ción, su única nota artísticamente saliente. Por lo demás, el marco de la narración, la aventurera Italia del XVIII que hallamos en otras novelas de Balzac (v. Massimilla Doni y cfr. Sarracine), resulta amanerada, y la obra parece haber sido, para el gran narrador, poco más que un entretenimien­to. Es curioso el hallazgo de la misteriosa inscripción en la cárcel y el túnel secreto, que se diría que inspiró a Dumas en la primera parte de su famoso Conde de Montecristo (v.). [Trad. de Joaquín María Bra­vo (Barcelona, 1903)].

M. Bonfantini