Única obra del doctor Juan Huarte de San Juan (15269-1588), en la que por vez primera se plantea en toda su amplitud el problema de la aptitud intelectual del individuo para las distintas ciencias u oficios.
Ello se dice claramente en la portada de la primera edición (Baeza, 1575): Examen de ingenios para las ciencias. Donde se muestra la diferencia de habilidades que hay en los hombres y el género de letras que a cada uno responde en particular. Con la preocupación fundamental de impulsar una revolución científica en el campo metodológico, Huarte se basa en los clásicos, en sus propias observaciones y en su maravillosa intuición. La primera parte del libro está dedicada a un estudio psicológico encaminado a investigar la tipología temperamental y su correspondencia con la mental, así como a establecer una relación de correspondencia entre los tipos mentales y las diversas enseñanzas y profesiones. La segunda parte es un estudio biológico del problema. He aquí algunos títulos de los capítulos de que consta: «Donde se trata la manera cómo los padres han de engendrar los hijos sabios», «Donde se declara qué mujer con qué hombre se ha de casar para que pueda concebir», «Donde se ponen las diligencias que se han de hacer para que los hijos salgan ingeniosos y sabios», etc.
La preocupación fundamental del autor consiste en la perfección intelectual y profesional en los estudiosos, y para ello, según hemos apuntado, propugna dos medios: la selección de jóvenes por sus afinidades y la mejora corporal y mental de la sociedad. Se funda en la psicología experimental, en la patología humana y en la sociología; en consecuencia puede ser considerado como un precursor de lo que después serían la pedagogía, la antropología y la eugenesia. En frase de Rodrigo Sanz, a quien se debe una excelente edición moderna de esta obra (Madrid, 1930), la tesis cardinal de Huarte es que la variedad de talentos y de índoles proviene de la del temperamento corporal, siendo el entendimiento del hombre (o sea del alma) en esta vida tan dependiente del organismo como la imaginación y la memoria, o como el ver y el oír. El autor distingue cuatro cualidades primarias en él temperamento: calor y frío, humedad y sequedad.
Admite tres clases de talento, según que en el temperamento cerebral predomine la sequedad, la humedad, el calor o el frío; los de buena memoria se distinguirán en gramática, latín y lenguas, geografía, historia y contabilidad, y como repetidores de leyes y teología; los de claro entendimiento serán notables en dialéctica, filosofía natural — destaquemos a este propósito un estudio del Dr. J. Dantín, La Filosofía Natural en Huarte de San Juan, «Estudios de Historia Social de España», II, 1953 —, filosofía moral, jurisprudencia, medicina y teología escolástica; y los de brillante imaginativa han de sobresalir en música, caligrafía, dibujo, oratoria sagrada, matemáticas, mecánica, arquitectura, ingeniería y arte militar. Huarte sostiene que el ingenio lo da la naturaleza, y que jamás el estudio o el trabajo lo proporcionará al inepto. Establece la incompatibilidad de cada una de las tres facultades, cuando es eminente, con las otras dos; distingue en el letrado o legista, el catedrático, el jurisconsulto y el gobernante o político; en el médico, el práctico o clínico, que debe ser imaginativo, del teórico (escritor o catedrático), que será razonador y memorioso; en el buen capitán, la imaginativa casi se junta con el entendimiento, e indica siete señales de él; el gran rey, a su juicio, ha de reunir las tres potencias mentales en alto grado. Cree que el hombre, desde su nacimiento a la muerte, es un enfermo perpetuo, y que el mundo es semejante a una casa de locos: de ahí la risa continua del filósofo Demócrito, que le inspira estas concepciones.
Trata del caso de tres estudiantes (el autor y dos compañeros suyos), cada uno de los cuales sobresalió en una de estas disciplinas: latín, dialéctica y astronomía, siendo incapaz de las otras dos; de donde deduce que cada ciencia pide un ingenio particular. Siendo el halago de la familia un obstáculo para aprender, el muchacho debe salir de la casa de sus padres. Cree que el entendimiento humano alcanza el máximo de su potencia entre los treinta y tres y los cincuenta años, aproximadamente. Para corroborar sus ideas, expone ejemplos históricos y anécdotas que dan amenidad al libro: episodios de Quinto Fabio y Aníbal; el empeño de Francisco I de Francia, que, enfermo de calentura, sólo quiso curarse y curó efectivamente con un médico judío; el diálogo del príncipe don Carlos y su preceptor sobre el origen de la nobleza; los gitanos, que a través de los siglos conservan su tez y su agudeza característica; el juego del ajedrez, espejo del arte militar; los linajes de necios, de sabios y de locos, etc. Esta obra, traducida inmediatamente a las principales lenguas, ejerció considerable influencia, sobre todo en alemania e Inglaterra.
J. Reglá