[Philosophische Sittenlehre]. Obra del filósofo alemán publicada después de su muerte en la colección de sus escritos editada en Berlín en 1836 y sig. Esta obra resume con algunas notables variaciones las doctrinas que Schleiermacher había expuesto fragmentariamente en la Crítica de la ética anterior [Kritik der bisherigen Sittenlehre, 1803] y en algunos ensayos diseminados. Como el presupuesto del saber es la identidad del pensamiento y del ser (v. Dialéctica), así el presupuesto del obrar es la identidad del querer y del ser.
Toda acción presupone y realiza, según un aspecto parcial, esta identidad, que caracteriza a la esfera ética, que es, por un lado, el proceso, el desarrollo continuo a través de formas finitas, de esta identidad, esto es, eticidad empírica o histórica, y, por otro lado, el presentarse ideal de la identidad misma, como un propio saber por sí, como conciencia, como moralidad verdadera y propia. Relativismo eticohistórico e idealidad moral son dos polos indiscernibles, y, del mismo modo que no es posible fundar la eticidad sobre la accidentalidad de las relaciones de hecho, no es tampoco posible fundarla sobre un principio ideal absoluto. La vida, la acción moral, se realiza siempre gracias a un acuerdo parcial del ser y de la voluntad y según un ideal particular de tal armonía. El ser es aquí naturaleza e historia, por eso la eticidad concreta es siempre un desenvolvimiento del acuerdo entre naturalidad e historicidad concreta, por un lado, y por otro, la voluntad. Este desenvolvimiento consiste en una doble actividad.
Por una parte se organizan los datos naturales e históricos, según la idea de una unidad armónica que se realiza en el acto de querer, pero además, y por encima de ello, una actividad idealmente simbolizadora designa el límite a que tiende el querer en cuanto libre querer. Por medio de la primera actividad, se hace el hombre señor de la naturaleza, se la atribuye como propiedad, la domina como técnica, y a la vez organiza la comunidad política y jurídica. Por medio de la segunda, crea el mundo de la cultura y el del espíritu, elevando sus necesidades concretas al reino de las exigencias ideales y de los puros valores. La importancia de esta obra de Schleiermacher hay que buscarla en la crítica del subjetivismo y del formalismo moral kantiano, en el sentido vivo de la concreción y de la problemática de la esfera ética, que aquí coincide con el mundo de la cultura, en la conciencia de la tensión esencial entre naturalidad, historicidad y transitoriedad, relatividad y absolutismo de los principios morales, y en el valor que de este modo se atribuye a la personalidad individual. Ya que la moralidad no es una absorción en la abstracción de la ley, sino realización como ley individual, en el conflicto y en el acuerdo con la realidad, como un aspecto individual, pero esencial de la infinita y multiforme armonía que constituye el alma de la realidad.
A. Banfi