[Essai sur les fondements de nos connaissances et sur les caracteres de la critique philosophique]. Obra del filósofo y matemático francés publicada en 1851. ¿Sobre qué se fundamenta esta aparente relación entre nuestro espíritu y los progresos científicos? Fuera de la experiencia inmediata, la idea de orden o de armonía se confunde sin embargo, puesto que la reflexión se aprehende a través del juego deductivo de las relaciones de dependencia y de subordinación. Asimilando lo probable a lo relativo, Cournot vuelve a encontrar la certeza del saber en ese lazo íntimo existente entre los fenómenos y la armonía que los justifica, esa noción subjetiva de probabilidad, que engendra la noción de ley. La experiencia del azar se fundamenta pues, también ella, sobre esta armonía, puesto que no es otra cosa que un encuentro de series diferentes y como la convergencia de sucesos distintos en su organización natural.
Edificando lo verdadero sobre una aproximación de la simplicidad y de lo probable, se pueden deducir de esta noción de «orden» o de «armonía», los elementos críticos del conocimiento, los cuales permiten concluir con una acción dinámica e inductiva del saber en los diversos momentos de la experiencia sensible. Los fundamentos de nuestra certeza están pues constituidos más sobre esta anticipación inductiva que reencuentra los elementos del orden que por una posibilidad heterogénea en la inteligencia. ¿Acaso la incoherencia de las cosas no atestigua más la carencia momentánea de nuestra propia cohesión, que el desorden, que sería un azar objetivo en el mundo? Si «la distinción más apropiada para esclarecer la teoría del entendimiento humano, es aquella de la continuidad y discontinuidad en los objetos del pensamiento…», si, «por una ley general de la naturaleza, la continuidad es la regla y la discontinuidad la excepción, tanto en el orden intelectual y moral, como en el orden físico», la armonía entre este mundo y la razón, elemento constitutivo de la certeza del que soy responsable — en el kantismo de Cournot reelaborado sobre una teoría de la probabilidad — es la imagen de una necesidad «absoluta», salvo en los dominios en que el mantenimiento del orden no es necesario, allí donde pueda nacer el desacuerdo y las discusiones metafísicas.
Ciertamente, las diversas definiciones del azar son reducidas a la unidad, a «este encuentro de series independientes», que, lejos de destruir el determinismo, lo atomizan, por así decirlo. La existencia de la contingencia se ve pues limitada al movimiento mismo que la delimita constituyéndola. Lo verdadero está construido sobre esta síntesis de lo simple y lo probable. No creemos por tanto que sea posible llegar a la verdad absoluta; la relativa toma de posesión de las relaciones dadas y ordenadas funda un movimiento progresivo del saber, el cual no se presenta sino a modo de una ley de tendencia según nuestra propia elevación en la jerarquía de las disciplinas. De aquí la necesidad de recurrir a esta facultad del orden, «fruto del hábito adquirido o transmitido y de la acción prolongada de causas exteriores». Este concepto de progreso emerge de las relaciones inteligibles y se deduce de esta concepción dinámica del saber; la positividad no tiene sentido sino integrada en un orden lógico que confiere a su naturaleza mensurable y calculada un valor menos ontológico absoluto que creador. Las ideas jamás aniquilan la realidad. La importancia de este Ensayo fue grande para la filosofía universitaria francesa — Cournot fue Inspector general de la Enseñanza Pública — en una época en que el kantismo y la formación del pensamiento de Auguste Comte parecían exigir una mayor profundidad en la reflexión y una nueva definición de la certeza.