[De laude heremi]. Es una epístola ascética que el autor, más tarde obispo de Lyon, dirigió a Hilario, futuro obispo de Arlés, para ensalzar las ventajas de la vida solitaria en el silencio del desierto, lejos de las seducciones mundanas. Si la verdadera ciudad que debe anhelarse es la ciudad de Dios, la ciudad de los hombres es la antítesis, porque siendo pecaminosa e impía hace perder de vista el fin ultraterreno del creyente. Para demostrar mejor las excelencias de la vi ermitaña se citan los ejemplos de los más famosos anacoretas, el primero de los cuales fue Moisés, que se retiró al monte Sinaí, para meditar en soledad. Este escrito fue utilizado por Honorato de Marsella cuando compuso la Vida de Hilario de Arlés, en cuya obra se reproduce la carta.
F. Della Corte