Contemporáneo de Boecio, de cuyas enseñanzas metafísicas probablemente hizo burla, Maximiano (siglo V) escribió seis Elegías, la última de las cuales es muy breve: cantan amores por mujeres que se ocultan bajo los pseudónimos de Licórides, Cándida, Aquilina, «Graia puella». En realidad, más que amores son lamentos de una impotente vejez que recuerda los goces pasados con la punzante amargura de quien no los puede volver a vivir. En estas Elegías es evidente la influencia retórica, y la fidelidad a la tradición literaria se manifiesta asimismo en un relativo purismo lingüístico y una discreta sujeción a la prosodia clásica; pero ninguna mujer, en el fondo, aparece aquí con individualidad distinta, propia de una criatura viviente.
Elementos característicos en Maximiano son la fusión de la elegía con lo priapeo, el crudo naturalismo que no había tenido ni en los clásicos una forma de representación tan descarnada y que encuentra su mejor expresión en algunos cuadritos de inspiración popular y matiz jocoso. Con todo, el valor poético de estas Elegías es bastante escaso, y su interés se limita sobre todo a la historia de la cultura. Cierta complejidad de sentimientos y el tono grotesco con que se hacen notar los detalles macabros de la vejez revelan, bajo el esquema de las formas antiguas, una sensibilidad nueva, bárbara. Elegiaco romano que vivió bajo los godos, Maximiano no cree en el paganismo pero no profesa tampoco el cristianismo, ama la vida y la odia, desea la muerte pero la teme. Sus Elegías documentan la persistencia de la poesía amorosa de Roma, que deberá después resurgir, nueva y diversa, en la poesía neolatina.
L. Alfonsi