Mimnermo de Colofón (fines del siglo VII a. de C.) reflejó en su poesía la vida rica e inclinada a la molicie, propia de las colonias jonias del Asia Menor. No le faltaban acentos políticos y guerreros (fr. 13), pero prefirió las dulzuras de la vida y los goces del amor: «¿Qué vale la vida sin la dorada Afrodita?» (fr. 1). La elegía, que entonces los griegos usaban preferentemente para exhortaciones políticas, morales, y filosóficas, se convirtió para Mimnermo en un desahogo sentimental, instrumento para la expresión de los impulsos de su corazón.
Los antiguos conocían de este poeta dos libros de elegías: uno, que llevaba por título el nombre de la mujer amada, la flautista Nanno, parece que fue principalmente de asunto mitológico, del tipo que después repusieron los elegiacos alejandrinos: mientras el otro contenía composiciones más breves, de carácter más personal. Poquísimos son los fragmentos que poseemos pero notables, porque fijan los tonos de la poesía voluptuosa y sentimental que floreció especialmente en los convites.
A la celebración de la alegría y del amor acompaña inevitablemente el pensamiento de la muerte: breve es la juventud, caducas como las hojas las generaciones humanas (fr. 2), inevitables el sufrimiento y la vejez (fr. 5) y cuando la vejez ha llegado no vale la pena vivir. De la conciencia del dolor surge, aun en medio del placer, el tono melancólico típico de esta poesía.
A. Brambilla