[M. Bergeret á Paris]. Novela de Anatole France (François-Anatole Thibault, 1844-1924), premio Nobel 1921, publicada en 1901, cuarta y última de la serie de la Historia Contemporánea (v. El olmo del paseo, El maniquí de mimbre y El anillo de amatista). En el París de 1900, continuamente agitado por las tempestades del «affaire Dreyfus» y alborotado por la Exposición Universal, el autor se dirige decididamente a la gran sátira política. Después de haber dedicado los primeros capítulos a cincelar amorosamente la figura de su Bergeret (describiendo la laboriosa instalación, su nuevo contacto con la gran ciudad y haciéndole evocar su lejana infancia en patéticos y sonrientes coloquios con su hermana), el autor recoge, uno tras otro, a algunos de los personajes ya presentados en los volúmenes precedentes, a quienes sus intereses, ambiciones y negocios han atraído a París, y les sigue en el nuevo ambiente.
Desperdiga cada vez más el orden de su narración para abandonarse casi a una serie de cuadros simbólicos, de episodios significativos que ya no presentan un desarrollo propiamente novelesco. La cita de lances precedentes le sirve únicamente para justificar ciertas situaciones. France quiere sencillamente ilustrar el momento político de París en los primeros meses del ministerio Waldeck-Rousseau, y concentra su análisis sobre los grupos de derecha, sobre el complot monárquico que trata de aprovechar el desorden y las espantosas reacciones del «asunto» para derribar la República. Bergeret no desaparece de escena pero pierde algo de su realidad humana y tiende cada vez más a identificarse con el autor, quien incluso toma la palabra en su nombre. Resulta un libro que, si bien debe seguirse llamando novela, testimonia la excepcional versatilidad de este género literario: una obra donde las conversaciones y las discusiones, polémicas y discursos, e incluso citas de artículos de periódicos, se imponen a la narración de los hechos. Sin embargo, precisamente en esta peligrosa dispersión brilla aún más el genio satírico de France, dispuesto a parodiar con su flexible estilo los efímeros programas y las apasionadas declamaciones del momento.
Su Bergeret procura una vez más los tonos más vivos y pintorescos a la sátira, refiriéndose como buen humanista al gran Rabelais, leyendo dos fragmentos apócrifos de 1538 (donde se narran las burlescas empresas de los «Trublions» para turbar con todos los medios los asuntos públicos y pescar en ríe revuelto) y entregándose a extravagantes razonamientos sobre ciertos personajes simbólicos inventados por él para el caso: Jean Coq, Jean Mouton, Jean Laiglon y Gilíes Singes, dignos de la más alta comedia. Pero al mismo tiempo, librándose de tan felices abandonos, el autor pone en boca de otros personajes, como el monárquico Léon o el ciudadano Bissolo, el mismo triste juicio sobre el espíritu público de la metrópoli, carente ya de nervio e indiferente. De modo que el elegantísimo juego de esta Historia contemporánea del escéptico France se cierra, casi a su pesar, con melancólicas comprobaciones. [Trad. española de L. Ruiz Contreras (Madrid, 1917)].
M. Bonfantini