Poema publicado en 1662. Este poema fue sin duda alguna el libro más popular de su tiempo en Nueva Inglaterra, y contiene no menos de doscientas estrofas de ocho versos (una especie de estrofa doble de balada con rima interna y frecuentes terminaciones femeninas); tuvieron que aprenderlo de memoria varias generaciones de jóvenes americanos, y son muchos aún los ancianos que pueden recitar largos fragmentos, en parte también debido a lo fácil de su métrica ligera, tan poco adecuada al tema, que se presta muy bien a ser repetido por los niños a modo de canturros. Pero no es a éstos a quienes el poeta se dirigía.
En la ambiciosa descripción del día del Juicio quiso, tal vez involuntariamente, conciliar los principios del calvinismo con los de un más tolerante y comprensivo cristianismo. Después de una invocación a Cristo, el poeta describe la noche precedente al juicio, luego la aparición de Cristo como Juez, el despertar de vivos y muertos, el terror de los pecadores, la ordenada colocación del Tribunal Divino y la división de la multitud en dos bandos. Los justos pueden reunirse inmediatamente al lado del Juez, en cambio a los réprobos les es concedido el defenderse alegando los motivos que pueden parecerles más válidos para escapar al castigo. Y esta es, desde cierto punto de vista, la parte más interesante del poema, la que deja ver mejor la lucha entre las teorías calvinistas del poeta y su natural* buen sentido. Así, por ejemplo, a los niños muertos sin bautizar, que protestan de su inocencia contesta el Salvador: «¿Os habríais quejado de haber sido premiados si Adán no hubiese caído?… Puesto que habríais estado de acuerdo en gozar del bien merecido por él, es justo que participéis de su traición y de su pena».
Y acaba, después de otras muchas observaciones de este tipo, por concederles, puesto que Él «no salva más que a sus propios elegidos», «la habitación más cómoda del infierno», verso que se ha hecho proverbial debido a su involuntaria comicidad. El poema que fue la mayor fatiga del buen Wigglesworth, interesa porque es representativo de una época, en parte por el descuido de la forma y en parte por el anuncio de un principio de tormento espiritual entre los mismos exponentes del puritanismo que en éste se adivina.
L. Krasnik