[Lady Chatterley’s Lover]. Novela inglesa de David Herbert Lawrence (1885-1930), escrita en Florencia entre 1926 y 1928 y publicada en este año. En esta obra Lawrence reafirma su concepto del amor físico como medio para curar de todo cerebralismo enfermizo y recobrar el contacto con las fuerzas instintivas y naturales de la vida. El marido de Lady Chatterley, Clifford, es un inglés de rancia estirpe que, paralizado en la parte inferior del cuerpo a consecuencia de una herida de guerra, dedica todo su interés y actividad a la literatura, impulsado por un vanidoso deseo de gloria. Ama las conversaciones intelectuales con un grupo de amigos que, como él, aprecian sobre todo la vida del espíritu. Pero su esposa, Constance, muda espectadora de aquellas charlas, siente vagamente en su interior un vacío que aquel cúmulo de frases no consigue llenar; esos hombres carecen de pasión, consumen su vitalidad en palabras, no saben llegar a las raíces de la vida; el dinero y todas las falsas divinidades del pensamiento, comprendida la fama, la «diosa perra», les esclavizan. Ella desearía, al menos, un hijo que llenase de afecto su corazón.
En este estado de ánimo encuentra al guardabosque de su marido, Oliver Mellors, un hombre sensible y pensativo, cuya vida ha sido tan amarga que le ha inducido a refugiarse en la soledad de aquel oscuro oficio, entre los bosques. Entre ella y dicho hombre, superada, tras algunos choques, la barrera de una púdica reserva que en ella asume incluso la forma de la rudeza y del cinismo verbal, se produce una pasión arrolladora, entusiásticamente sensual. Mellors, por primera vez, descubre en Constance a la mujer, y Constance, por primera vez, descubre el misterio de la vida. Nada podrá ya separarlos, ni la reaparición de la mujer de Mellors (una mujer vulgar y cruel de quien él vivía separado), ni el egoísmo histérico de Clifford que no quiere, al principio, conceder el divorcio. Constance y Mellors vivirán juntos, extrayendo de su amor la fuerza de resistir a todos los obstáculos: y el hijo de Constan- ce será el fruto de aquella unión. Al libro, que conoció por su audacia un clamoroso éxito de escándalo, se le puso una grave objeción: el guardabosque, que debiera representar al hombre rudo y sencillo, cuya elemental fuerza sexual es capaz de curar e integrar la personalidad de la refinada Lady, es en realidad un hombre que ha estudiado y viajado, y que en un tiempo perteneció a un ambiente social no muy alejado del de su amante; está dotado de una exquisita sensibilidad, que trata de ocultar, pero que se revela en muchas ocasiones, principalmente en la delicadeza con que trata a los animales.
Dicha insuficiencia, sin embargo, no quita nada esencial a la rica sustancia del libro, que se enlaza con el naturalismo místico iniciado con Rousseau y es una de tantas manifestaciones de la moderna cruzada contra el intelectualismo. Acaso no sea de las mejores obras de Lawrence, siendo prolija e ingenua; pero, como siempre, tiene fragmentos destinados a sobrevivir, donde se revela la exquisita sensibilidad del autor frente a la naturaleza. Lawrence la defendió en dos vivas apologías: Pornografía y obscenidad [Pornography and Obscenity, 1929] y A propósito del amante de Lady Chatterley [A propos of Lady Chatterley’s Lover, 1930]. [No existe traducción española de El amante de Lady Chetterley, tan divulgada en la versión francesa de Roger Cornaz (París, 1929). Recientemente se ha publicado la traducción de la primera redacción de la novela, notablemente distinta a la que Lawrence publicó en vida. Lleva por título La primera Lady Chatterley, trad. española de F. López Cruz (Buenos Aires, 1946)].
G. Alliney
El mundo de Lawrence no es, al menos a mis ojos, esencialmente un mundo de personas: es un mundo de temperaturas, de presiones, de tensiones, de fulguraciones. Su obra me hace el efecto de una meteorología lírica de la naturaleza humana. (G. Marcel)
La de Lawrence es la obra de un gran artista. (R. Aldington)
Mi gran religión es el convencimiento que la carne y la sangre son más juiciosos que el intelecto. Nuestro espíritu puede equivocarse. En cambio siempre es cierto lo que la sangre grita y dice. (D. H. Lawrence)
En Lady Chatterley’s Lover, Lawrence escribe el epílogo de sus propios viajes, extrayendo de su larga e inútil experiencia de fuga y de búsqueda lo que para él era la inevitable moral. Es un libro extraño y bello, pero sumamente triste, como fue, en el fondo, la vida de su autor. (A. Huxley)
…la novela, indudablemente una de las peores de Lawrence, escrita a fines de su carrera mortal, conserva por completo el significado de un último acto de valor; y no debe ser considerada como una obra de arte, que se limite a su realidad concreta, sino que, junto con las demás obras del mismo autor, debe considerarse como una especie de comunicación «in extremis»; como un testamento revolucionario y una parábola utópica; aproximadamente en el mismo plano que los escritos de un Nietzsche o de un Spengler, aunque sus orientaciones y entonaciones sean distintas. (E. Cecchi)