Drama poético de Francisco Villaespesa (1877- 1935), estrenado en 1911, y que representa el teatro un tanto borroso e inconsistente de la escuela modernista. Su acción, que ocurre en la Granada árabe, tan querida por el autor, apenas destaca como eficiencia teatral. En cambio, se recuerdan elementos poéticos, líricos, que son lo mejor de la obra, como el fragmento que comienza: «Las fuentes de Granada… ¿Habéis sentido, / en la noche de estrellas perfumada, / algo más doloroso, / que su triste gemido?». Es, por tanto, la evocación lírica de la Granada de la Alhambra y el Generalife, con sus aguas y sus árboles umbrosos, situada en su pasado histórico islámico. En el aludido fragmento se ha hecho célebre la metáfora de que las aguas llevan «en. féretros de espuma, cadáveres de rosas», que procede, no sabemos si conscientemente, de Calderón. Pérez de Ayala, en su novela Troteras y Lanzaderas (v.), satiriza la parte blanda y deleznable de este drama y otros análogos de Villaespesa y Marquina en esta época, y caricaturiza, al parecer, a nuestro autor en su personaje Teófilo, dramaturgo de este cariz. El Alcázar es básico en el drama modernista, y ha influido en los comienzos del teatro de Fernández Ardavín y otros de la misma escuela.
A. Valbuena Prat