El Alcalde de Casterbridge, Thomas Hardy

[The Mayor of Casterbridge]. Novela inglesa de Thomas Hardy (1840-1928), publicada en 1886. Es el estudio de la vida y del ca­rácter de un campesino, Miguel Henchard, hombre testarudo y vicioso, aunque dotado de una excepcional fuerza de carácter. En un momento de borrachera vende su mujer a un marinero, un cierto Newson, que se la lleva consigo. La mujer no regresa hasta 18 años más tarde con una hija, Isabel-Jua­na, que tuvo de Newson, contrariamente a lo que da a entender a Henchard. Éste, du­rante la ausencia de su mujer, dominando con su fuerza de voluntad el vicio de la bebida, consiguió llegar a ser un hombre rico y respetado, y alcalde de su pueblo. Pero a causa de su testarudez riñe con su asistente Donald Farfrae, que pronto llega a ser uno de sus más peligrosos rivales en el comercio del trigo y más tarde, después de fallecer la mujer de Henchard, también en el amor. Los negocios de Henchard van cada vez peor, hasta el día en que se arrui­na por completo. Entretanto Newson, al que erróneamente se creía muerto, regresa re­clamando a su hija. Henchard, abandonado y despreciado por todo el mundo, ya que ahora le es imposible mantener secreta la venta de su mujer, vuelve a beber y mue­re miserablemente. En la obra de Hardy, El alcalde de Casterbridge forma parte de la serie de novelas llamadas del Wessex, que tienen todas esta región como fondo.

Este libro marca un momento de transición en la obra narrativa del escritor, que en sus primeras narraciones presentaba un grupo de personajes señalando sus relacio­nes recíprocas y construyendo, con los de­talles exteriores, un ambiente. Aquí, aun­que sigue desarrollando la representación de un pequeño centro industrial en una espe­cie de miniatura del mundo y de la vida, empieza a concentrar su atención, como hizo cada vez más en sus obras posteriores, sobre un único personaje, en lucha con sus impulsos e instintos. Según la concepción determinista del escritor, la lucha conclu­ye con la victoria del instinto y la ruina del individuo que llevaba dentro de sí su destino. El motivo del alcoholismo lo con­tinuó con mayor complejidad y potencia en Judas el oscuro (v.).

S. Rosati

No hay que considerar a Hardy como un metafísico. Quedaría bastante mal. Nada, en efecto, en sus libros es tan mezquino como sus inhábiles esfuerzos para explicar los acontecimientos con la teoría del ser o para arreglárselas de manera que la cala­midad alcance a los que representan el principio del Amor. Su sentimiento, su instinto, su sensibilidad no tienen nada que ver con su metafísica, y son muy am­plios y profundos; más profundos quizá que en cualquier otro novelista inglés. (D. H. Lawrence)

Cuanto más reflexiono sobre la obra de Hardy y sobre el mismo Hardy, más me convenzo de que su grandeza, hoy única, consiste en estar empapado, habitado, del sentido de la vida en general, lo cual en un gran novelista es distinto y más im­portante que el sentido de la vida de los personajes que él crea. (Du Bos)

Thomas Hardy tiene siempre presente la idea, tanto estética como filosófica, de la inseparabilidad de los individuos del am­biente natural en que se mueven. Ellos son fruto de la tierra, son hijos del clima y de las circunstancias, considerados como ob­jetos frente al paisaje, y su significado re­side para nosotros, como el de cualquier otro objeto, en el volumen, en la forma y en el movimiento. (J. W. Beach)