El Absentista, María Edgeworth

[The Absentee]. No­vela de vida irlandesa de María Edgeworth (1767-1849), publicada en 1812 en la serie: «Relatos de la Vida del Gran Mun­do». Tiene un carácter de «panfleto» contra el «Landlorismo» latifundista, que llevaba una vida lujosa y extravagante en Dublín y en Londres, mientras los desgraciados arrendatarios eran víctimas de agentes la­drones y abusadores. Lord Clonbrony, uno de estos propietarios absentistas, es juga­dor y derrochador y vive en Londres, con su frívola mujer, víctima de gorrones y leguleyos. Su vulgar consorte se siente hu­millada de figurar como irlandesa y se convierte en objeto de burla de las damas inglesas a las que en vano trata de imitar. Les salva de la ruina su hijo, un perfecto caballero que se casa con una heredera ir­landesa y se convierte en lord Colambre. Éste, al visitar de incógnito las posesiones de su mujer y de su padre, conoce a un campesino modelo, Mr. Burke, que, sin em­bargo, ha sido denunciado al propietario y está a punto de ser despedido, mientras el agente de su padre, Garraghty, deshonesto e inicuo expoliador de los arrendatarios, está a punto de suplantar al propietario en el dominio de sus bienes.

Y lord Co­lambre, revelando inesperadamente su per­sonalidad, confunde al agente deshonesto y a su cómplice, St. Dennis, precisamente en el momento en que están engañando arro­gantemente a los intimidados arrendatarios. Algunos de los caracteres de los aldeanos londinenses, humildes, modestos, llenos de corazón, confiados y al mismo tiempo dig­nos, son de los más conseguidos por la pluma de esta escritora. Entre las intrigas secundarias figuran las relaciones del futu­ro lord Colambre con miss Nugent, con quien se casará al fin de una historia de amor complicada por obstáculos de carác­ter social y financiero. El absentista es pues, sobre todo, un cuadro de costumbres y de ambiente, cuya viveza deriva del per­fecto conocimiento que la autora tenía del aldeano irlandés y de la clase de los pro­pietarios ingleses. Pero la minuciosa ob­servación de la Edgeworth no dejó de ejer­cer influencia en Scott.

G. Pioli