Duelo que fizo la Virgen María el día de la pasión de su fijo Jesuchristo, Gonzalo de Berceo

Poema del autor español nacido en la Rioja a fines del siglo XII, escrito en «cuaderna vía», su metro característico. Como en el caso de Loores de Nuestra Señora (v.), el estilo de este poema carece de la gracia e inge­nuidad propia de los Milagros de Nuestra Señora (v.), y asimismo los tetrástrofos acusan cierta inseguridad. El poeta empie­za por declarar su intención y encomendarse a la Virgen para poder cantar sus dolo­res: «Si ella me guiase por la gracia divina, / querría del su duelo componer una rima». El poema narra cómo la Virgen se apare­ce a San Bernardo y le explica su pena por la muerte del Hijo; pena que a pesar de estar su cuerpo glorificado «en el cora­zón la tengo muy bien fincada».

La obra, como es lógico, contiene una serie de inexactitudes que provienen de las creen­cias populares y de los textos de devoción de aquel tiempo. La Virgen está presente en la Santa Cena; allí vienen los judíos a prender a Jesucristo, y ella se desmaya. Empieza entonces la descripción de las pe­nas de Jesucristo (los azotes, la coronación de espinas, etc.); los judíos, puesto que no pueden matar a nadie, lo entregan a los «moros» (esto es, a los paganos, a los ro­manos). Llega el momento de la Crucifixión, y ella experimenta también su propio mar­tirio, aunque «sin gladio y sin lanza». Can­ta la Virgen excelencias de su Hijo cruci­ficado y le pide que se la lleve consigo, pero él le expone la necesidad de su muer­te y le asegura que dentro de tres días es­tará con ella. Muere Jesús; los elementos se alteran; San Juan se lleva a la Virgen a su casa, etc.

Los judíos que velan el cuerpo de Cristo, para no dormirse cantan la famosa «cantica»: «Eya velar, eya velar, eya velar. / Velat aliama de los iudíos, eya velar: / que non vos furten el Fijo de Dios, eya velar» —texto que tiene capital importancia, como reminiscencia de anti­guos cantos populares. El poema termina con la resurrección de Cristo. Esta obra de Berceo quizá tenga una influencia del De lamentatione Virginis Mariae de San Ber­nardo de Claraval. Si comparamos el poema de Berceo con las abundantes muestras género que se conservan de la Edad Me­dia, especialmente con el Llanto de la Vir­gen (v.) de Jacopone da Todi y con el Plant de Nostra Dona Santa Maria de Ramón Llull (v. Poesías de), veremos que queda evidentemente inferior, menos im­pregnado de dramatismo y emoción.

A. Comas