El «cancionero» de este poeta árabe de la época abbasida (748-828) destaca en la producción de su tiempo por su carácter casi exclusivamente gnómico, y por la forma sencilla y clara adoptada por el autor, forma considerablemente distanciada del refinado arte poético imperante en su tiempo. Igualmente alejado de la vieja escuela de los clásicos (v. Diwan de Imrulgais) y de la de los «modernistas» (v. Diwan de Abu Nuwás), Abü l-Atahiya expresa en una forma tan sencilla que hasta puede parecer humilde, pero que constituye un agradable contraste con el preciosismo de su época, el tradicional bagaje de la sabiduría oriental; del insigne modelo del Eclesiastés (v.) desciende, a través de los siglos y de las culturas, colorándose de una particular y obvia pátina musulmana en este vástago árabe.
Caducidad de la vida humana, vana tempestad de las pasiones, inexorabilidad del destino, refugio en Dios y en el ascetismo: he aquí los temas fundamentales de su poesía. Una sentida melancolía, un sincero soplo sentimental, dan a estos versos un sugestivo tono personal que los destaca noblemente de la banalidad genérica de que está llena la gnómica pesimista en toda la restante literatura arábigo musulmana, salvo la gran excepción de al-Maarri (v. Luzu- miyyat).
F. Gabrieli