[Rede über das Alter]. Discurso leído en 1860 en una sesión de la Academia de Berlín por el mayor de los dos hermanos Grimm, padre de la germanística; además —tanto él como Wilhelm— buen narrador de cuentos. Por su clara concisión y la profundidad de su pensamiento, unidas a su nobleza de lenguaje, animado por hermosas imágenes, constituye todavía uno de los documentos más dignos de la oratoria alemana. Inspirándose en el tratado Catón Mayor (v.) de Cicerón, Grimm examina las ventajas e inconvenientes de la vejez, para la que encuentra palabras nobles y confortadoras.
Con apoyo de muchas citas de escritores latinos y alemanes, en particular de sus predilectos poetas en alto alemán medio, muestra los caracteres de las distintas edades de la vida dentro de las costumbres de los diversos pueblos. No es tanto el hombre como la época lo que cambia; y en cuanto a las debilidades físicas y espirituales debidas a la vejez, si es cierto que la fuerza del cuerpo disminuye, también está compensada a menudo por el alumbramiento de nuevas fuerzas vitales, porque «la naturaleza no abandona a nadie hasta el punto de quitarle todo medio de autodefensa». Sigue aquí una interesante digresión sobre la ceguera y la sordera: hoy en día el ciego, según Grimm, está peor que el sordo, mientras que en la antigüedad, antes de la invención de la imprenta, cuando todo se confiaba a la tradición oral, era al revés: el viejo rapsoda ciego era el verdadero custodio de la poesía popular.
En cuanto al debilitamiento de las facultades espirituales y a los vicios de la vejez, el autor afirma que los sobrepasan ampliamente sus virtudes. No es cierto que los viejos sean ineptos para el trabajo intelectual, porque la experiencia suple a la energía. Con razón el anciano era honrado por los antiguos, aunque no se debe exagerar, recordando que Atenas aventajó a Esparta por haber sabido valorar también la capacidad de los jóvenes. Además, la muerte en la vejez responde a la sabia ley de la naturaleza.
C. Baseggio-E. Rosenfeld