[Dictionnaire raisonné de l’architecture française]. Obra editada en París en 1854-1863. Consta de 10 volúmenes, el último de los cuales contiene una tabla alfabética de nombres. Después que en la segunda mitad del siglo XVIII, por obra de los ingleses Langaly, Walpole y Bentham, resurgió de nuevo el interés por la arquitectura gótica, y que los estudios sobre monumentos medievales de Francia llevaron a la creación de instituciones como el «Musée des monuments français» y el «Comité historique des arts», al margen de los cuales trabajaban Alexandre Lenoir, d’Agincourt, Delaborde, de Chaumont y Vitet, señalando el comienzo de una más clara comprensión de valores basada en la observación directa de los monumentos y en la clasificación sistemática según los datos de estilo, Viollet- le-Duc elevó estas investigaciones a la categoría de ciencia, dotándolas de incomparable vitalidad, precisando innumerables hechos y llegando a clasificaciones de innegable valor.
Su principio fundamental es que, entre las artes, la arquitectura es la que va más ligada a las ideas, a las costumbres y a las necesidades de los pueblos. Es imposible por tanto seguir su desarrollo, sin conocer las condiciones sociales y las tendencias de la población que ha florecido. Estas condiciones no carecen de paralelismos, observando que las diversas razas humanas han adoptado ciertos modos de construcción, cuyos elementos pueden encontrarse en todas las épocas. El fin de la arqueología no ha de ser, por lo tanto, el llevar a imitaciones serviles, sino el de hacer que los principios originales sean válidos en todos los tiempos. Por eso, de la arquitectura medieval francesa, Viollet-le- Duc se propone no tanto extraer ejemplos sobre los varios aspectos formales, cuanto buscar las razones determinantes del desarrollo de la cultura en las direcciones determinadas por el ambiente histórico.
Estas razones están justamente caracterizadas por la correspondencia orgánica del arte con el espíritu de los pueblos que le dieron vida. Es preciso, por tanto, contar con la historia religiosa y política, con las costumbres y los gustos, con las relaciones comerciales; en fin, hay que contar también con las leyes impuestas por la naturaleza de los materiales de construcción. Por otra parte, observa que, en la evolución histórica del arte medieval, los procesos evolutivos son variados y complejos. Es posible escribir una historia del arte clásico, porque en Egipto, en Grecia, en Roma, el arte siguió una curva regular hacia el apogeo y luego hacia la decadencia. Pero, en la Edad Media las transformaciones se suceden rápidas y resulta difícil determinar las causas de tales cambios. Las clasificaciones iniciales en estilo «primario», «secundario», «terciario» o de «transición», no resultan aceptables, por ser puramente convencionales. En el estudio del arte, es preciso tener en cuenta dos factores; el conocimiento del principio creador y la elección de la obra creada.
El principio constante de la arquitectura francesa, en el período de su desarrollo original, es la sumisión de la forma a las costumbres, a las ideas del momento en su continuo progreso. Viollet-le-Duc considera el arte gótico y las catedrales, que constituyen su hecho central, como el resultado de un nuevo orden de ideas, surgido en el seno de la emancipación municipal, como signo visible del poder monárquico y de la unidad nacional. Aun atribuyendo a los agentes técnicos una función fundamental en el desarrollo de la arquitectura, reconoce que en la Edad Media «la materia está al servicio de la idea», y es la teología quien dirige a las artes, imponiéndoles su profunda unidad. Sin embargo, aunque la importancia del Diccionario de Viollet-le-Duc apareciese en su tiempo y, aun después, como muy notable, está influido por excesivo determinismo y por demasiado tecnicismo, lo que perturba su serenidad de crítico, del mismo modo que perturbaron su capacidad de restaurador «de tantos monumentos medievales.
C. Baroni