Obrita del 1527. Los interlocutores son el propio Berni, Sanga, un Marco y un Giovanni da Modena. El diálogo tiene un sabor cómico en su exageración, sabor que llega hasta el exceso: que los poetas son asesinos, gente peligrosa, peste del siglo. Pero el diálogo no se ocupa sólo de la degeneración del tipo social del poeta de profesión, el tipo de literato aventurero y arribista que se dio en abundancia en la época del Humanismo, sino también de la materia misma de la poesía humanista, revelando el vacío y la ociosidad del espíritu, mal velado con las fantasías y los adornos clásicos convertidos en arsenal común de todos los poetas de la época.
Berni protesta también contra el revestimiento pagano, puesto de moda, sobre la materia cristiana, e insinúa que los poetas son creyentes bastante tibios, por no decir incrédulos. Es difícil darse cuenta exacta del espíritu y de la finalidad del diálogo, en el que la sátira de las costumbres se mezcla con la sátira literaria; más difícil todavía es decidir si la especie de poetismo de que parece empapado Berni ha de entenderse al pie de la letra, o más bien sea un expediente cómico, que es lo más probable. El diálogo no carece de algunos párrafos vivos, pero en conjunto, no puede compararse con la poesía del mismo autor en sus momentos más felices.
D. Mattalia