Ensayo lingüístico literario publicado en Nápoles en 1779, y en segunda edición, con muchas notas y añadidos, en 1789. Formaba parte de una colección de textos poéticos en dialecto napolitano, en la que se publicaron de nuevo, entre otras, la Tiorba (v.) de Sgruttendio, las obras de G. C. Córtese, la Ciucceide de Nicola Lombardi, el Pastor Fido in lingua napoletana, de Domenico Basile, etc. El ensayo va precedido en la segunda edición de una disertación de Luigi Serio, titulada, Lo Vernacchio, resposta a lo dialetto napoletano. Galiani parte de algunas reflexiones sobre la índole y sobre las características del dialecto napolitano, características que son: el uso de las vocales abiertas, la marcada expresión en la pronunciación de los vocablos, una mayor «impulsión» en la articulación de las consonantes, la escasez de guturales y de diptongos, la tendencia a dar a las vocales mayor sonido, y reforzar las líquidas al principio y al medio de la palabra. De todo ello deriva un modo de hablar con sonidos bien articulados, con las consonantes bien marcadas, amplio, espacioso, sonoro, definido felizmente por Cortés como un «parlare majateco e chiantuto», el justo medio entre las «silbantes asperezas» del italiano y de los dialectos septentrionales, y la «lánguida dulzura» del francés; un modo de hablar, en fin, de aptitud innata para la vocalidad poética y musical.
Siguen páginas sobre la gramática, sobre la ortografía y sobre la sintaxis napolitana, sustancialmente idéntica a la italiana; concluye Galiani, haciendo una breve historia del éxito literario del dialecto napolitano, viendo en él uno de los dialectos italianos más antiguos y aduciendo como confirmación de tal aserción su mayor conformidad a la pronunciación latina, y el gran número de términos usados ya por los escritores italianos del siglo XIII, que han quedado como usuales sólo en el dialecto napolitano. Sigue, como fin del volumen, la enumeración de los «escritores en bajo napolitano, en prosa y en rima».
El ensayo, que revela en Galiani intuición viva y positiva del hecho lingüístico, trata de ser la investigación de un título de nobleza literaria para el dialecto napolitano, según se declara en el prefacio. La parte más nueva e interesante es la lingüística, pero también la reseña de los escritores napolitanos, usada con cautela, puede ser hoy de útil consulta. El ensayo, en fin, constituye un índice característico de la dirección práctica y positiva, de los estudios literarios, que en Nápoles y en otros centros de Italia, acompañó la difusión de la cultura de la Ilustración.
D. Mattalia