[De ente et uno]. Obra de Giovanni Pico della Mirandola (1463-1494), publicada en Bolonia en 1496. Dividida en diez capítulos con algunos apéndices, y dedicada a Poliziano, fue precisamente sugerida por una disputa entre Lorenzo el Magnífico y Poliziano sobre el ser y la unidad. El autor quiere demostrar el acuerdo que entre Aristóteles y Platón existe sobre el problema del ser. El procedimiento es de carácter netamente filosófico, y el presupuesto fundamental es que el deber del filósofo es la busca de la unidad y de la concordia. Se puede así decir que la verdadera importancia de esta obra consiste, no tanto en la tentativa, común por otra parte a toda una corriente, de conciliación entre Platón y Aristóteles, cuanto en el programa de nobleza espiritual que Pico asigna al hombre, cuando se siente parte viva de la humanidad en la unidad del amor y quiere llegar a la posesión de Dios.
Según Pico, no sólo Aristóteles, sino también Platón han identificado el Ser con el Uno. Esto aparece claramente en el diálogo Parménides (v.), donde Platón afirma que el Uno no es superior, sino igual al Ser. Lo contrario sólo se propone como hipótesis con el fin de ejercitar la dialéctica. Los platónicos modernos no tienen razón cuando apelan a Dionisio el Areopagita, porque si en su doctrina el Uno está por encima del Ser, es porque por Uno se entiende a Dios, y por Ser a las cosas concretas. Cierto es que Dios no puede entrar en ninguna de nuestras categorías mentales, porque nuestra conciencia finita siempre es inadecuada respecto a Dios que es infinito. Nosotros llegamos a Él por cuatro grados: en el primero, sabemos que no es cuerpo; en el segundo, sabemos que Él es verdad, unidad y bondad; en el tercero, sabemos que es superior a la verdad, a la unidad y a la bondad; en el cuarto que es infalible, superior a todo lo que puede ser pensado. A la objeción de que el Uno es superior al Ser, Pico responde que también el género animal sería superior al hombre, por el hecho de que es un concepto más general. Es verdad que al Uno se opone lo múltiple, mientras que al Ser se opone la nada, pero no se comprende que la oposición entre Uno y múltiple sea de contrariedad, en tanto que la del Ser y la nada es de contradicción.
Así no sólo se identifican el Uno y el Ser, sino también el Ser, el Bien y la Verdad, según demuestra San Agustín. El mal y lo falso no son nada, por eso yerran los maniqueos que atribuyen el ser al mal y hasta le asignan una causa superior. Estos conceptos, transferidos a Dios, nos muestran su perfección, porque Él es entidad superior, unidad individual, verdad solidísima, bondad felicísima. Nosotros llegamos a Dios por medio de la contemplación y de las buenas obras. En los apéndices se refieren las objeciones de Antonio Faventino y las respuestas de Pico y de su hijo Gianfrancesco. Pico afirma que el nudo de la cuestión está en examinar si Dios es uno y es ente, o bien es superunidad y superentidad. En sustancia, el trabajo, de poca extensión, se propone también un fin modesto. No se trata ya del sueño de la conciliación absoluta de todos los pensadores en la visión unitaria del mundo y de Dios (como en la Dignidad del hombre, v.), sino de la simple tentativa de poner de acuerdo a Platón y a Aristóteles, sólo en un problema. Sin embargo, es notable también aquí la convicción de Pico de que las discordias nacen cuando al pensamiento se mezclan sentimientos y pasiones, y que el acuerdo se realiza en la pureza del pensamiento especulativo.
S. Ruta