[De antiquissima Italorum sapientia]. Inspirándose en el Cratilo (v.) de Platón, y siguiendo la idea que poco a poco fue entrando en su mente, de que la investigación filosófica de las ideas y la indagación histórica de los hechos debían ir unidos, Giambattista Vico (1668-1744) concibió el propósito, audaz y singular a un tiempo, de rastrear en la etimología de algunas palabras doctas de la lengua latina, consideradas como restos de una civilización extinguida, la doctrina de la antiquísima escuela itálica de filosofía. La obra, nacida por sugestión de su amigo Paolo Mattia Doria, a quien va dedicada, había de estar dividida en tres partes, la una referente a la metafísica, la otra a la física y la tercera a la ética; pero solamente la primera, con el título de Líber primus sive metaphysicus fue impresa (1710); la segunda fue sólo en parte redactada e impresa. Liberado de sus fútiles indagaciones filosóficas, por otra parte harto breves, el Liber metaphysicus constituye la exposición acabada de un sistema filosófico de inspiración platónico-agustiniana; se sostiene en ella la doctrina de los «puntos metafísicos», que son inextensos, pero generan la extensión poniéndose como término medio entre Dios y los cuerpos, y tienen una virtud propia suya, el «conato», con el cual generan el movimiento, y dan por esto razón del paso de la suma quietud, que es Dios, al movimiento, que es el atributo de los cuerpos.
Pero sobre todo se contiene en ella la teoría del conocimiento que es considerado como la primera forma de la gnoseología de Vico. Para confusión de dogmáticos y escépticos, Vico atribuye sólo a Dios el conocimiento verdadero y total de la realidad, y fija al conocimiento humano límites bien definidos y algo estrechos, introduciendo a manera de criterio del conocimiento, el principio, que será su más original y profundo descubrimiento, de la conversión de lo verdadero con lo hecho. Se conoce únicamente lo que se hace; para conocer un objeto es menester haberlo hecho. De esto se sigue que sólo Dios conoce la naturaleza porque la naturaleza ha sido creada por él y las ciencias humanas adquieren tanta mayor verdad cuanto más, siendo operativas, esto es, creando ellas mismas su propio objeto, se hacen semejantes a la ciencia divina. En el grado más alto de verdad se hallan las ciencias matemáticas, las cuales construyen sus verdades partiendo del punto y de la unidad, que son dos abstracciones de la mente humana; en el grado más bajo están las ciencias morales, como las que estudian los recónditos movimientos del ánimo humano. Esta tesis es declaradamente polémica contra la doctrina cartesiana que pone el criterio de la verdad en la evidencia, puesto que la evidencia no sólo’ no es criterio de las demás verdades, sino que no es siquiera criterio de la misma mente, la cual, mientras se conoce, no se hace. El principio del «verum factum», así, por una parte aclara definitivamente la actitud anticartesiana de Vico, que se formó a través de una laboriosa experiencia de adhesiones y repulsiones; por otra parte, si bien en este primer momento mantiene a Vico en cauto y reservado escepticismo, abre el camino para reconocer la cognoscibilidad y la verdad de la historia, en su mundo hecho por los hombres, y realizar el salto de la metafísica de la mente a la filosofía del espíritu.
N. Bobbio