Dainos, Kazys Binkis

[Cantos populares lituanos]. Existe una colección de 1930, debida al poeta Kazys Binkis y al pintor Simonis; antes de ésta se publicaron dos gruesos tomos de Dainos en Filadelfia por Juskeviciuc. Otra colección con ilustraciones mu­sicales, es la de Antansa Sabaliauskas; pero la publicación más completa, porque está integrada con otras múltiples manifestacio­nes de la literatura popular lituana, es la hecha por el escritor Vincas Krévé Mickevicius, y de la que hasta 1940 se han publi­cado seis volúmenes. Los Dainos constitu­yen la más rica floración de la poesía popular lituana; a estos cantos les es in­dispensable el acompañamiento musical. La métrica es variada. Los Dainos se cantan o bien solos, o bien en un coro llamado «kuopas», que es doble, alternado o parale­lo, con características variaciones de pala­bras, según que sea cantado por hombres o por mujeres. En la técnica estilística de estos cantos, es digno de notar el uso de epítetos exornativos constantes, por los que, como en la poesía homérica, las manos son siempre blancas, los cabellos de la niña siempre rubios, los del joven negros, los vestidos verdes, etc., etc. En los Dainos se celebran los humildes acontecimientos con­suetudinarios de la vida campesina (no hay vestigios de cantos épicos o caballerescos, y son raros los de carácter guerrero).

Hay cantos para acompañar la siega, la molturación del grano, la elaboración del lino, el ordeño de las vacas, etc., etc., y sobre todo, cantos que preceden, acompañan y si­guen al rito nupcial. Otros cantos intere­santes son los fúnebres, llamados «raudos», con abundantes ecos de la concepción reli­giosa animista de los antiguos lituanos. El ambiente exterior de los Dainos, es el pai­saje lituano, vasto, melancólico, llano, um­broso, recorrido por ríos e interrumpido por lagos; las ciudades son casi desconocidas y figuran en ellos como lugares de perdición. El joven campesino lituano debe preferir siempre las muchachas de su tierra a las mujeres de la ciudad, porque «las manos adornadas de anillos, no son manos para ordeñar vacas» y las muchachas de los cantos populares lituanos, al señor prefe­rirán el campesino que «tiene manos ne­gras y callosas que dan pan blanco». Los eruditos han revelado que en esta poesía la antigua religión pagana infundió ele­mentos de superstición, gracias a los cua­les las viejas divinidades están transfor­madas en fantasmas inferiores, demonios y espíritus, unas veces malignos, otras bené­ficos, relegados a los límites del mundo real. Una amplia selección de estos Cantos populares lituanos ha sido traducida al ita­liano por Giuseppe Morici (Roma, 1925).

G. Salvatori