Obra crítica de Sexto Empírico (siglo II-III d. de C.), compuesta hacia fines del siglo II. En este escrito la tradición ha reunido en realidad dos tratados: el Contra los dogmáticos, escrito posteriormente, y el Contra los matemáticos. A este último pertenecen los primeros seis libros, al otro los cinco últimos. Con el nombre de los «Matemáticos» se designan aquí a los representantes de la «dogmática» (esto es, los que reconocen como ciertas algunas doctrinas), en las varias disciplinas no filosóficas; y por esto se combate en ellos a los gramáticos, retóricos, geómetras, aritméticos, astrólogos, músicos, lógicos, físicos y moralistas. «Como los pirronianos no encontraron en la filosofía la verdad que anhelaban y por ello debieron abstenerse de afirmar cosa alguna, ya que razones en “pro” y en “contra” se hallan acerca de cualquier punto, por el mismo motivo, sin mal ánimo contra nadie, exponen sus dudas sobre todas las demás disciplinas, ya que en ninguna de ellas hallaron la verdad que buscaban.» Así, Sexto niega ante todo la existencia de las disciplinas particulares, apoyando su argumentación en la controversia de los filósofos acerca de la esencia de cada una y de su contenido.
Comenzando por la gramática, que proporciona los principios y el método general de toda disciplina, la llama aduladora sirena, y sutilmente nos la muestra arbitraria en sus elementos, en las leyes establecidas por las sílabas, por los nombres, la métrica, la ortografía y la etimología; y deduce la inexistencia de su parte artificial, de la histórica, de la que se refiere a poetas y escritores (libro I); y con más motivo todavía, de la que tiene por finalidad la persuasión, esto es, la retórica (libro II). Viniendo a la geometría, niega todo valor a sus demostraciones, por carecer de base, al estar construidas sobre postulados indemostrables (libro III). El mismo argumento aduce para confutar las teorías de los aritméticos, sobre todo pitagóricos (libro IV). En cuanto a la astrología, aduce varios argumentos para demostrar que los astrólogos caldeos hacen predicciones inútiles y sobre cosas imposibles de predecir o ridículas, como cuando, del nombre de «León» o «Virgen» dado a una constelación, quieren deducir las cualidades del que ha nacido bajo ellos (libro V). A los músicos opone la irrealidad de toda sensación, la inexistencia de las modulaciones y de los ritmos, la inutilidad y el poder sedativo y de afeminación de la música, la desarmonía del universo, etc.; a pesar de convenir en que de las armonías puedan derivarse bienes, dulzura y consuelo (libro VI).
A este primer tratado se une, en este punto, el Contra los dogmáticos, esto es, los filósofos estoicos y epicúreos, los lógicos, los físicos y los moralistas. En el libro VII, contra los lógicos, expone y agudamente critica cuanto los filósofos han dicho del «criterio de verdad», ya para negar, ya para propugnar su existencia. En el libro VIII, discurre especialmente, acerca del signo, de lo que es incierto y no evidente, de la demostración y de su materia, y de si existe la verdadera demostración. A la objeción de que todo es incomprensible e indemostrable, y ni siquiera el discurso del escéptico llega a resultado alguno, responde que el escéptico no afirma nada categóricamente acerca de las cosas observadas por él, ni asiente a cosas oscuras, sino que ni siquiera disiente de manera dogmática. A los filósofos físicos (libros IX-X) critica sus principios naturales, los dioses, los principios de causa y efecto, del todo y la parte, la idea de cuerpo, y las categorías de lugar, tiempo, movimiento, número, generación y corrupción. A los filósofos moralistas (libro XI) se opone con respecto a los siete puntos fundamentales de la ética: cuál es la diferencia de las cosas de la vida, qué son el bien, el mal y lo indiferente; e investiga — concluyendo en sentido negativo — si, no admitiendo la existencia del bien y del mal, es posible vivir felices, y si el que se abstiene de admitirla o negarla, consigue vivir felizmente; si hay algún arte para guiar la vida y si puede ser enseñado.
Las dos obras de Sexto han constituido hasta la edad moderna una mina de fecundas sugestiones de análisis y de crítica sobre los conceptos de tiempo, espacio, movimiento, número, causa, verdad y falsedad, bien y mal, etc., y sus antinomias, hasta que se produjo la inversión que operaron en la gnoseología Descartes, Hume y Kant, por lo cual, precisamente aquella subjetividad y relatividad del conocimiento que alimentó al escepticismo antiguo, se ha convertido en fundamento del conocimiento. Primera traducción latina de Gentian Hervet, en Amberes, en 1569. Edición crítica de todos los escritos de Sexto Empírico por J. Bekker (Berlín, 1842).
G. Pioli
Sexto Empírico fue para su pueblo Platón y Demóstenes a la vez; es imperdonable desconocer la grandeza de su obra. (Wilamowitz-Moellendorf)