Códice Atlántico, Leonardo da Vinci

Colección de estu­dios y fragmentos científicos de Leonardo da Vinci (1452-1519). Es el «libro grande» descrito en la donación de Galeazzo Arconati a la Biblioteca Ambrosiana. En gran folio (440 X 650 mm.), consta de 393 folios que reúnen cerca de 1.600 hojitas, en su mayoría autógrafas. La encuadernación en cuero rojo lleva la inscripción: Dibujos de máquinas y de las artes secretas y otras co­sas de Leonardo da Vinci, recogidas por Pompeyo Leoni. Fue publicado en facsímil y con transcripción diplomática y crítica por Giovanni Plumati, de 1894 a 1904, en edi­ción de Ulrico Hoepli; la edición fue pro­movida por la R. Academia del Lincei. Su recopilación se remonta al tiempo de la estancia en España de Leone Leoni, el cual, dividiendo los manuscritos vincianos que poseía, formó con ellos dos colecciones ficti­cias, siguiendo el criterio de separar los es­bozos y los apuntes artísticos y de anato­mía de los demás considerados como de me­cánica, y en general de ciencia. La primera parte, vendida al rey de Inglaterra, se nos ha conservado en el castillo de Windsor; la segunda, que adquirieron Caichi y Arconati, en 1637 entró a formar parte de la Biblioteca Ambrosiana junto con otros có­dices vincianos con los cuales en 1796 fue transferida a París ya con la denominación de Códice Atlántico (en forma de atlas) y fue además el único códice que fue resti­tuido a Italia, mientras los otros quedaron en la Biblioteca del Instituto de Francia.

El particular temperamento del artista había de llevar a Leoni a la preferencia por los dibujos que ahora están en Windsor; tam­bién la homogeneidad de la materia justifica esta orientación. En el otro códice misce­láneo, donde sin orden fueron recogidas las hojas de materia diversa, por lo general científica, la orientación fue regida por el solo criterio de la economía de espacio; de modo que hubo dibujo que vino a ser divi­dido en dos partes, y apuntes originales confundidos con otros no autógrafos. Hablar del Códice Atlántico es por ello difícil, como no se quiera hablar del conjunto del saber vinciano. Las notas biográficas se aña­den a las observaciones de los fenómenos naturales, a los experimentos científicos, a los estudios de mecanismos diversos. En el folio 391 anverso-b está el conocido borra­dor de carta a Ludovico el Moro, que se tiene por no autógrafa pero auténtica, en que el maestro, en el momento de su llegada a Milán, explica sus conocimientos en el campo de la ingeniería militar, de la artille­ría, de la arquitectura y ofrece sus servicios para el modelado de la gran estatua en bronce en honor de Francesco Sforza; en todo esto, según afirma, está dispuesto a competir «en parangón con otro cualquiera, sea quien fuere». Muchos son en el Códice Atlántico los folios que se refieren a la estancia de Leonardo en Milán. Los apun­tes de ingeniería hidráulica documentan la importante aportación a los estudios de ca­nalización del campo lombardo comenzados ya bajo la señoría de los Visconti y reali­zadas, con ímpetu que tiene algo de colosal, pero no antes de fines del siglo XVI.

Entre la noble serie de eminentes proyectistas que le habían precedido desde Filippino degli Organi a Aristotele Fioravanti, Leonardo se clasifica con nuevos hallazgos, como el perfeccionamiento de las «conchas», o con proyectos grandiosos, como la conjunción en Milán del río Adda, y su derivación a la localidad de Tre Corni. Vasto espacio ocu­pan también los diseños de máquinas bélicas (ballestas, ametralladoras, cañones con re­trocarga) y de fortificaciones militares, los dispositivos náuticos, las invenciones tecno­lógicas, los estudios de arquitectura y de cartografía, los ejercicios gramaticales; pero más intensa sugestión producen los incisi­vos esbozos de proyectos de alas para el vuelo mecánico, imaginados a base de ob­servaciones precisas acerca del sistema ana­tómico del pájaro y ampliados en dimensio­nes impresionantes. Perfiles para medallas e ideas para pinturas, modelos para los mo­numentos ecuestres, a los cuales la suerte fue tan contraria, todos enjoyan las pre­ciosas hojas, diversas en grafía y técnica, raramente falsas, participando siempre del fabuloso y especulativo mundo vinciano.

C. Baroni

Otro de los primeros pintores del mundo que desdeña el Arte, en el que es una figura magnífica, y se pone a estudiar filosofía, en la que imagina tan extrañas ideas y nuevas quimeras que él con todo su arte no sabría pintarlas. (Castiglione)