Obra del poeta y novelista español de origen lusitano Jorge de Montemayor (15209-1561), el célebre autor de La Diana, amigo de Saa de Miranda, Feliciano de Silva y Cetina [v.], a quienes dirige algún poema, el cual publicó en Amberes, en 1554, sus poemas con el título de Las obras de George de Montemayor, repartidas en dos libros. Esta edición fué prohibida por la Inquisición, según puede verse en el índice de Valdés. Por esta causa sólo se conoce un solo ejemplar (hoy en la Biblioteca Nacional de Madrid), por el que se pagó ya en 1808 nada menos que 187 libras. Este volumen consta de dos partes: las obras de amores llegan hasta el folio 74, y desde allí, con nuevo frontis, empiezan las de devoción, que fueron la causa de su prohibición. A lo largo del siglo XVI (y después de algunas enmiendas en las espirituales) se reimprime numerosas veces ya con el título de Cancionero (Zaragoza, 1562; Alcalá, 1563; Salamanca, 1571; Alcalá, 1572, etcétera). De la primera edición se sirvió A. González Palencia para la suya (Bibliófilos españoles, Madrid, 1932). Podemos dividir muy bien las composiciones incluidas en este Cancionero en los dos grandes grupos: a) Poesías profanas, y b) Poesías religiosas. Entre las poesías profanas habría que dar la palma a las escritas en metros cortos, a la manera cancioneril del siglo XV o a la manera tradicional del villancico castellano. Montemayor fue muy aficionado a la glosa de canciones ajenas o de estribillos más o menos tradicionales.
Así, por ejemplo, glosa distintas cancioncillas de Rodrigo Dávalos, la conocida «Justa fue mi perdición», la famosa de «la bella mal maridada», o el villancico que también gustó mucho a Santa Teresa «Véante mis ojos». El grupo de los poemas italianizantes es bastante numeroso y Montemayor ensayó todos los metros de su época, aunque no con mucha habilidad, ya que no era un gran poeta. Como es de esperar, esta poesía erótica se inspira en la petrarquista, lo mismo que las Canciones y las Eglogas. Menéndez Pelayo demostró siempre preferencia por los poemitas en metros cortos: «La mejor parte de sus poesías — escribía — pertenece a la escuela de Castillejo y Gregorio Silvestre». Los estudiosos de la poesía de Montemayor han hecho poco hincapié en las obras de devoción, y, sin embargo, aunque poéticamente sean endebles, más de alguna curiosa nota ideológica es digna de recuerdo. Empleó en estos poemas las mismas fórmulas — metros cortos o endecasílabos — que en los profanos. Abundan las glosas y las paráfrasis de versículos de los salmos. Su pieza de más brío es la Pasión de Cristo, compuesta en metro español (quintillas dobles), que en algunos momentos no deja de ofrecer cierto interés poético. Devota es también una prosaica Glosa sobre las coplas de Jorge Manrique. El Cancionero de Jorge de Montemayor ofrece casi más curiosidad a los estudiosos de las corrientes espirituales del siglo XVI que a los historiadores de la poesía, puesto que nada nuevo añade a lo ya conocido. Montemayor ofrece poca originalidad, y tampoco fue un poco hábil en el manejo de los versos italianos.
J. M. Blecua