[Baílate]. Son pequeñas historias de amor en breves estrofas dulcemente románticas, escritas y publicadas por Luigi Carrer (1801-1850) en 1834. «La fuga», entre idilio y balada, recuerda el mito de Ariadna (v.) en el lamento de una joven que muere de dolor por haber sido abandonada, en el bosque, por su amante, con quien había huido de la casa paterna. «La vendetta» y «La sposa dell’Adriático» recogen dos leyendas populares. La primera se inspira en la aparición, en un castillo, del fantasma de una mujer bellísima asesinada de modo misterioso por su marido; la segunda ilustra poéticamente el origen de la fiesta de la Ascensión debida al juramento de un gentilhombre veneciano que, no pudiendo casarse con la joven amada, se ha ahogado en la laguna véneta, celebrando así sus bodas con el mar. También es de fuente popular «Stradella canto- re», en la que narra cómo el cantante Stradella fue muerto por el padre de una joven noble, que por su amor había abandonado su patria. Parece ceder al gusto romántico, por lo exótico, «Il Suetano» que, después de haber matado a su favorita y al amante de ésta, suprime al humilde esclavo a quien se había confiado. También cae dentro del espíritu de su tiempo «Il márchese Aroldo», en la que un espectro aparece en medio de la embriaguez de un convite nupcial.
«Il moro», en cambio, preludia la novela corta, narrando con crudo realismo de detalles, cómo el criado del noble Foscari, obligado por él a vigilar a su esposa Annina, se enamora de ella ardientemente, hasta el punto de matar a su dueño que se ha atrevido a levantar la mano sobre ella. Entre las más conocidas está «Gerosolimina», que por la sencillez de ritmo y de contenido cabe situar en la línea de la poesía popular, inspirándose en el motivo de una doncella que con su voz reanima a los combatientes. «L’urrá dei Cosacchi» fue tal vez sugerida por el recuerdo de los horrores de la invasión y las rapiñas de los cosacos de Suvaroff en las comarcas lombardas durante el período de reacción austrorusa contra el dominio napoleónico. En fin, «II cavallo d’Estremadura», balada que agradó a Carducci, vuelve sobre el conocido tema del caballero a quien, después de haber domado un caballo que sembraba el terror por el reino de Extremadura, le es negada la mano de la princesa prometida como premio, y presentándose en la iglesia cuando están a punto de casarla con un príncipe de sangre real, la toma en su arzón y desaparece con ella. Las baladas de Carrer fueron muy admiradas por sus contemporáneos, por la elegancia y la corrección de estilo y por el tono patético que no llega nunca a la nota trágica.
T. Momigliano
Carrer conoce a la perfección el arte de encerrar en suaves y breves estrofas —como pulidos estuches— dolores muy concretos y ciertos. (De Lollis)