[De Vita Propia]. Autobiografía de Gerolamo Cardano (1501-1576), publicada postuma en 1643. La manera como está subdividida la materia del libro en capítulos, basta para denotar el insobornable individualismo del autor. Nada de cuanto se le relaciona le parece secundario a Cardano, que rinde culto a lo singular y particular hasta el extremo de titular un capítulo: «Del alimento y de la nutrición», otro aún más significativo, «De los perpetuos litigios»; dedicando después otros a sus viajes, a sus vicios, a sus virtudes e incluso a su modo de andar. Hijo ilegítimo del jurista milanés Fazio, Cardano llevó una infancia tempestuosísima y trabajosa; luego de haber estudiado gramática, aritmética, astrología, se doctoró en Padua (1524-1525), donde florecían entonces los estudios filosóficos y bullían las iras entre neoplatónicos, aristotélicos y averroístas. Durante diez años ejerció la medicina, llevando una vida errante entre Padua y Milán, hasta que, en 1534, Filippo Archinto le encomendó la enseñanza de la geometría, de la astronomía y de la aritmética en las escuelas palatinas.
Comenzó a ser en aquel tiempo notable también fuera de Italia, especialmente después de la publicación de su Ars Magna (v.). Cardano estaba convencido de poseer un demonio familiar: seguro de esta fe obraba y hablaba, de modo que a su fama de matemático se añadieron la de médico y la de mago; en breve pudo permitirse aceptar o rechazar a capricho las invitaciones de reyes y de altos personajes. En 1556 fue invitado a la corte del rey Cristián III de Dinamarca, y .rechazó. Algunos años más tarde fue al lado del arzobispo Hamilton. En este viaje residió en París y en Londres, donde fue recibido por Eduardo VI con honores. La fortuna, que tanto le favoreció en la vida pública, le resultó adversa en la privada: su hijo mayor fue condenado y ajusticiado por sus delitos; el segundo con sus bribonadas le amargó la existencia, turbada también por las calumnias de sus adversarios, a quienes él mismo daba motivos con sus extravagancias y sus excesos. En 1562 pasó a Bolonia, y por aquella época fue a dar algunos meses en la cárcel, acusado de herejía. Más tarde, de regreso en Roma, gozó hasta la muerte de una pensión asignada por el papa Gregorio XIII.
La autobiografía de Cardano es una de las obras más fuertes y originales del Renacimiento, una de las que Goethe gustaba de poner» junto a la Vida (v.) de Cellini o a los Ensayos (v.) de Montaigne, por la enérgica individualidad que revela; por eso no ofrece sólo un interés de mera curiosidad, sino un interés humano y cultural, como observa magistralmente Dilthey. El cual reconoce en esta obra uno de los más vivos documentos de la antropología que con el Renacimiento tornó de nuevo al centro de la conciencia crítica del Occidente. Si en numerosas obras Cardano revela el temple de su ingenio, que logró abrirse paso arriesgándose por entre la masa del saber medieval, en la autobiografía da la medida plena de sí mismo. Aun mezclando lo verdadero con lo falso, como ocurre siempre a los que hablan de sí, llega más tarde a observar con plena objetividad «…sus pasiones sensuales, su doblez, su ánimo vengativo, a la manera como un naturalista describiría el organismo de una fiera rapaz, con la misma tranquilidad de ánimo teórico, con la que más tarde Spinoza consideró los afectos» (Dilthey). Trad. italiana de V. Mantovani (Milán, 1821; reed., 1922); de Angelo Bellini (Milán, 1932); de Paola Franchetti (Turín, 1945).
G. Martinelli