Antología de Poetas Líricos Castellanos, Marcelino Menéndez Pelayo

Marcelino Menéndez Pelayo (1856-1912) tuvo el propósito de hacer la antología de la poesía castellana «desde la formación del idioma hasta nuestros días», y así lo anuncia en el título de su obra. Quedó ésta truncada tras el estudio del renacimiento en Cataluña y el de su más representativo poeta Juan Boscán, y comprende trece volúmenes, de la Biblio­teca clásica que publicara bajo su direc­ción el editor Navarro. Aún se publicó un volumen catorce con el estudio de Garcilaso de la Vega, debido a Don José Rogerio Sánchez, con las poesías del poeta peruano seleccionadas por el maestro montañés. El primer tomo aparece en 1890 y el último en 1908. La selección es todo lo acertada que cabía esperar del insigne maestro, pero lo verdaderamente importante de esta obra son los prólogos, que en algunos casos ocu­pan la totalidad del volumen correspon­diente y entre todos componen una verda­dera historia de la poesía castellana hasta el Renacimiento. A lo largo de ella plantea los problemas más apasionantes sobre los orígenes de nuestra poesía lírica, el de los poemas épicos, la valoración de los poemas de clerecía, la de los poetas de los si­glos XIV y XV, de los Cancioneros en que sus obras se recogen, para publicar a con­tinuación la Primavera y flor de romances, de Wolf y Hofmann, aparecida en Berlín, en 1856.

Un tomo completo le ocupa un apéndice a esta colecta, en la que trans­cribe romances procedentes de nuestro tea­tro, y los recogidos de la tradición oral, con el oportuno comentario. Los dos tomos siguientes (el XI y XII) les ocupa su me­morable Tratado de los romances viejos, estudio básico de este género, que hoy mis­mo tiene utilidad para el estudioso, aparte el valor literario subidísimo, pues forma entre las obras cumbres del gran crítico. Lo mismo puede decirse de sus estudios sobre el Arcipreste de Hita o sobre los poetas del reinado de Don Juan II, así como de los poetas del Cancionero de Baena (v.) y del Cancionero General de Her­nando del Castillo, (v.). Su magnífico es­tudio sobre Juan Boscán corona dignamente la gran obra. El mismo en su proyecto de Obras completas incluía estos prólogos con el título de Historia de la poesía castellana en la Edad Media, (v.) y así se ha publi­cado posteriormente. Los cuadros de con­junto que traza al estudiar los poetas de cada período no ceden en interés a las monografías que dedica a cada poeta. Es notable el de la cultura artística y lite­raria en tiempos de los Reyes Católicos incluido en el tomo VI. Su estudio sobre los temas épicos, al tratar de los cantares de gesta y al estudiar nuestro romancero, no han sido superados. Así su caracteriza­ción del Cid, o sus indagaciones sobre los ciclos de poesía épica más frecuentados por los viejos juglares. Sus indagaciones sobre temas épicos perdidos son de una sagacidad que se aúna con la novedad del propósito. He citado entre sus estudios que podrían llamarse monográficos varios, pero no es redundancia el insistir sobre ellos. No sólo agota, en casos como el Arcipreste de Hita o Jorge Manrique, los problemas de fuen­tes, sino que caracteriza a estos poetas con penetración psicológica agudísima, y hace de sus semblanzas verdaderas obras litera­rias que no ceden en belleza y animación a las que pudieran trazarse con fines mera­mente artísticos.

Lo mismo puede decirse de las del Canciller Ayala, la de Juan del Encina o la de Gil Vicente. No se trata ya de una obra de erudición o de crítica, sino de una verdadera creación en la que se recrea en profundizar en el espíritu de los personajes como pudiera hacerlo un novelista con los hijos de su fantasía. Nada pierde con ello el valor científico, la pre­cisión erudita, el rigor crítico de la obra. Puede afirmarse que ella es el mejor ex­ponente de sus cualidades de escritor y de crítico. Podrán aumentarse los datos refe­rentes a estos poetas, podrá la erudición aportar nuevos datos a su biografía o a su bibliografía, pero su presencia en la Anto­logía será siempre el mejor testimonio de su carácter y de el de su obra poética. Ma­ravilla más su estudio sobre Boscán, por tratarse de un personaje, poética y huma­namente, de limitado interés. Menéndez Pelayo ha sabido encajarle en el cuadro de la cultura renacentista catalana, madruga­dora y significativa, y en él vive su que­hacer burgués y delicado con eficacia pa­tente. Tal esta gran construcción del Maes­tro montañés, que figura entre las más ilus­tres de su producción y proporciona el co­nocimiento más puntual y fiel de cuatro siglos de poesía en castellano

. J. M. de Cossío