[Annales Januenses]. En 1152 Caffaro (1080-1166) presentó esta obra suya a los cónsules de Génova, los cuales ordenaron que fuese colocada y custodiada en el archivo público. El autor había tomado la pluma a los veinte años y la había dejado a los ochenta y tres. Estos Anales no ofrecen el dramatismo de muchas crónicas de la época comunal, cuando corría la sangre por la calle: no se oye aquí el eco de las riñas a lo menos en la parte más antigua, pero hallamos el curso ordenado y majestuoso de «todo lo que de año en año sucedió» en Génova, comenzando en 1099. Cónsul varias veces, capitán de naves en las empresas de Siria y Berbería, embajador cerca del pontífice y del emperador, el analista narra casi exclusivamente hechos en los cuales ha participado, cuya veracidad ha podido comprobar directamente. Distraído de escribir por sus deberes de magistrado y de ciudadano, volvía después de intervalos más o menos largos, y la obra padeció con ello de cierto desorden cronológico aquí y allá. Este primer cronista seglar, sencillo y desaliñado y con todo fuerte y digno, experto en hombres y cosas, tiene una visión amplia y una aguda inteligencia, y demuestra ser el primero en entender la alta función educadora de la historia. Muerto Caffaro, la obra, por deliberación de los cónsules, fue proseguida por una serie de continuadores, y su narración fue prolongada hasta el año 1293. La primera edición de los Anales es la de Muratori (1725); la última y mejor, la del Instituto Histórico Italiano en cinco volúmenes, aparecidos entre 1890 y 1929. Ceccardo Roccatagliata Ceccardi inició su traducción italiana, la cual, interrumpida por su muerte, fue proseguida por G. Monleone. Han salido de ella diez volúmenes (1923-41) y a la muerte del prof. Monleone (1947) estaba en prensa el undécimo volumen.
G. Franceschini