[Amour]. Recopilación de líricas del poeta francés Paul-Marie Verlaine (1844-1896), publicada en 1888 y ampliada en el año 1892. Después de haber conocido los desengaños de los placeres y las fáciles embriagueces mundanas, el poeta advierte que el retorno a la fe representa verdaderamente el camino de la salvación, y como antes en Cordura (v.) se dedica a celebrar en la religión el único bien de la humanidad. Con ánimo humilde y arrepentido canta la beatitud de la plegaria («Un crucifijo» [«Un crucifix» ]), el abandono al sentimiento inefable de lo divino («Sobre un relicario que le habían robado» [«Sur un reliquaire qu’on lui avait dérobé»]): sobre todo gusta de extenderse en una perenne alabanza de cuanto represente, en una fe y sus dogmas, el triunfo del orden sobre el error. Esta actitud, que en conjunto resulta más que nada fría e intelectualista, no reproduce bien la angustia que significaba para Verlaine una vida desordenada y el estremecimiento del pecador que quisiera rebelarse contra el maleficio y las pasiones.
Sólo de vez en cuando el sentimiento del poeta se ensancha en un lamento, en un suspiro de criatura herida («Delicadeza» [«Délicatesse»]) o en la estática admiración de las bellezas de la naturaleza o ante el misterio de la vida («Paisajes» [«Paysages»]). Una parte tristemente célebre es la constituida por la elegía que, dividida en XXV partes, termina el libro. Dedicada por Verlaine a la evocación de un jovencito, discípulo suyo y precozmente muerto, expresa con sutileza y morbosidad un afecto que parece colorearse con motivos místicos bajo una pasión. Estos motivos se relacionan también con su aventura con Rimbaud y se disfrazan de amor paterno, en el recuerdo de su hijo Georges, alejado desde la ruina de su familia; y muestran una vez más cuánto de complicado y malsano había en las manifestaciones del poeta, en su aspiración incluso afectada a una paz religiosa, mientras su vida estaba manchada por el vicio y una carencia de voluntad de redención. La confusa complejidad de vicisitudes biográficas no elevadas hasta el cielo de la poesía hacen de ésta una de las obras menos logradas de Verlaine; la cual no impide que se la considere como documento de una existencia turbadísima de «poeta maldito». [Trad. en verso de José Ortiz de Pinedo (Madrid, 1923).]
C. Cordié