Almanaque de las Musas

Nombre genérico dado a una especie de anuario que se puso de moda en el siglo XIX y que intenta recoger la producción poética del año y dar incremento a la nueva poesía. El primer Almanaque apareció en París con el título de Almanach des Muses fundado por Masson Lacour y continuó hasta 1830. Pero los más célebres son los alemanes [Musenalmanach] que se multiplicaron, surgiendo y decayendo rápidamente. El primero y más importante entre ellos es el Almanaque de las Musas de Gotinga para el año 1770, imitación del francés. Intentaba recopilar y publicar las poesías editadas e inéditas de poetas alemanes contemporá­neos poniendo «nombres desconocidos jun­to a nombres famosos, con la esperanza de que la vecindad de los últimos favoreciese a los primeros». Fueron sus fundadores los poetas Heinrich Christian Boie y Friedrich Wilhelm Gotter, junto con Abraham Gotthelf Kástner, matemático. El Almanaque no tenía una precisa dirección literaria, sino que era su intención, precisamente en aquel momento en que era tan viva la polémica entre los poetas nacionales y los no nacio­nales, recoger la flor y nata de la poesía fijándose sólo en su valor artístico.

Entre los colaboradores se contaron los poetas más célebres de la época: Klopstock, Bürger, Gleim y tantos otros. Entretanto, en 1772, Voss fundó al margen del Almanaque el llamado «Heimbund» o «Liga de los Ami­gos de Gotinga», cuyo ídolo fue Klopstock, que le imprimió su espíritu fuertemente na­cional, contra el grupo de Wieland y de los simpatizantes con la literatura francesa. El apogeo del Almanaque de Gotinga se produjo el año 1774; colaboraron, además de Klopstock, que lo hizo anónimamente, Goethe, que envió desde Estrasburgo algu­nas poesías y la fábula «El águila y la pa­loma», firmando con una sigla, y además Voss y Bürger con la Leonora (v.). Desde entonces el Almanaque se afirmó de tal modo que puede decirse que no había poe­ta en lengua alemana que no ambicionase figurar en él. En 1776 Voss asumió la direc­ción pero por brevísimo tiempo; pasó luego a von Gocklinck, mientras Voss fundaba otro. En 1778 fue director Bürger, has­ta 1795, sucediéndole Reinhard, que trató de animar sobre todo a los poetas jóvenes que, en años de dura vida política, podían difícilmente abrirse camino. En 1802, tras una disputa con el editor Dieterich, tam­bién éste dejó la dirección del Almanaque, que duró todavía un año bajo la dirección de Sophie Mereau, futura esposa de Clemens Brentano. Pero ya había perdido todo su significado. Schiller, que nunca colaboró en aquél, había lanzado las Horen (v.); los grandes poetas publicaban directamente sus obras, y por todas partes surgían revistas literarias y nuevos Almanaques. El de Go­tinga había cumplido con su papel. Otros Almanaques habían aparecido al mismo tiempo en Suevia (1777-1795) y continuaron surgiendo incluso en la época romántica. Entre los más famosos figura el editado por Goethe y Schiller, aparecido en 1795 con las principales poesías de Schiller de aquel año y donde en 1797 aparecieron las famosas Xenias (v.), dísticos satíricos al estilo de Marcial, que respondían ásperamente a las críticas lanzadas contra las Horen. El nú­mero de 1798 es también llamado Almana­que de las baladas y contiene las principales baladas de Schiller: El zambullidor (v.), El guante (v.), y así sucesivamente, como también La novia de Corinto (v.) y Mignon (v.) de Goethe.

Al año siguiente Schi­ller publicó el Prólogo de Wallenstein (v.) y Goethe, bajo el seudónimo de Justus Ammán, «Los musagetas», Ludwig Tieck co­laboró con dos poesías. En 1800, Schiller dejará la dirección, completamente embar­gado por su labor de dramaturgo, pero con­tinúa colaborando aún durante cierto tiem­po, entre otras cosas con la célebre «Can­ción de la campana». Otro Almanaque no­table apareció después bajo los auspicios de August Wilhelm Schlegel y Ludwig Tieck en 1802. Colaboraron algunos de los perso­najes más significativos del Romanticismo: Schelling, Novalis, Fichte y otros. En 1804 apareció uno de los últimos importantísi­mos Almanaques en Berlín, editado por Chamisso y Vernhagen, que incurrió en los furores de los Schlegelianos que no lo en­contraron bastante «romántico». Acabó en 1806.

G. Federici Ajroldi