Adrastea, Johann Gottfried Herder

Revista trimestral publicada en Weimar desde 1801 hasta 1804 y com­pletamente redactadas por Johann Gottfried Herder (1744-1803). De los doce números que componen el periódico —y que, según el proyecto primitivo, debía llamarse «Auro­ra» y estar abierto a la colaboración de otros literatos — dos aparecieron Postumos por mediación de su hijo Wilhelm Gott­fried. Ya en el curso de la publicación, los fascículos de «Adrastea», aparecieron en­cuadernados de dos en dos, de modo que formasen seis volúmenes. Recopilados con el apéndice constituyen ahora, bajo el mis­mo título de «Adrastea», la obra de Herder que en la edición crítica de Suphan ocupa casi por completo los volúmenes XXIII y XXIV. «Adrastea» es una verdadera misce­lánea de escritos mal unificados con el vago propósito de dibujar e interpretar los acontecimientos, caracteres, figuras, orientacio­nes y tendencias del siglo XVIII según el concepto de la «némesis histórica», es decir, de una justicia superior que ineludiblemen­te castiga todo exceso o mala acción, puesto que transfunde en el mal elementos que con el tiempo se resisten a él.

La «Némesis- Adrastea» es, pues, el principio superior que guía la vida de los individuos y de los pueblos hacia el bien. «¿Qué diosa —dice Herder— sino ésta podría presidir la his­toria, admitiendo que la historia no sea la absurda narración repetida de sucesos externos, y que nada suceda por pura ca­sualidad, sino que en los sucesos fortuitos, con los que se combinan la razón y la sin­razón, la felicidad y la infelicidad, va siem­pre el espíritu ?» Debido a cierta afinidad externa, Jean Paul ha dicho que «Adras- tea» representa el último volumen de las Ideas sobre la filosofía de la historia de la humanidad (v). Es difícil, sin embargo, ver entre ambas obras una coherencia ideal, no sólo porque falta en «Adrastea» la armó­nica unidad de las Ideas, sino porque en las páginas seniles el sentido inmanente y monista de la historia, tan vivo ya en Her­der, se trunca con la introducción del con­cepto trascendental de «némesis». La falta de un núcleo inspirador unificador y la ocasionalidad de los ensayos, se traiciona en la naturaleza elaborada y confusa de la obra, en la que alternan narraciones histó­ricas y disertaciones teoréticas, considera­ciones políticas y apuntes polémicos, retra­tos de príncipes y estadistas y evocación de escritores, músicos, científicos, reforma­dores; la crítica literaria con la especula­ción filosófica, la prosa de los diálogos con ensayos en verso lírico, los elogios poéticos con las cantatas alegóricas.

Entre los ensa­yos estéticos hay que recordar las páginas dedicadas al drama (346-391, vol. XXIII, ed. Suphan), en las cuales Herder, par­tiendo como ya lo hizo Lessing de Aristó­teles, trata de precisar y actualizar el pen­samiento del Estagirita, interpretándolo (in­cluso para acentuar su aversión al teatro de Goethe y de Schiller que entonces do­minaba en Weimar) en un sentido decidida­mente moral: «La finalidad del drama con­siste en reconciliarse con el destino, puri­ficar dentro de nosotros todas las pasiones, de modo que se conviertan en instrumento de la razón». En comparación con la res­tante obra de Herder, las páginas de «Adrastea» son flojas y prolijas, y así se lo parecieron a Goethe y a Schiller.

G. Necco