[Adonais. An Elegy on the Death of John Keats]. Poema corto en estrofas spenserianas de Percy Bysshe Shelley (1792- 1822), publicado en 1821. Fue inspirado por la noticia de la muerte, ocurrida en Roma el 23 de febrero de 1821, del poeta John Keats, muerte que erróneamente se creyó precipitada, si no causada, por la crítica desfavorable a las obras de Keats, aparecida en la «Quarterly Review». El poeta se dirige a la musa Urania invitándola a llorar la desaparición del gran vate. En torno a su cuerpo exánime van a llorar su muerte prematura los Sueños, los Deseos, el Dolor, el Placer, el Océano pálido, los Vientos de la Selva, la Mañana, la Primavera. El mismo Shelley, siguiendo a los poetas Byron y Moore, se acerca a rendir homenaje al desaparecido. La calma solemne del largo lamento es interrumpida por una invectiva contra quienes han causado la muerte del poeta. Pero pronto la poesía recobra un tono más sereno, transformándose en un himno de alegría, puesto que Adonais no ha muerto, está entre los inmortales. El concepto de la muerte, considerada la libertadora por medio de la cual el alma del hombre puede unirse al espíritu del universo, reaparece al final y con esta nota solemne acaba la elegía.
Shelley escogió como modelo de esta poesía los lamentos de Bión por la muerte de Adonis y de Mosco por la de Bión, añadiendo a éstas, que se cuentan entre las obras más patéticas de la poesía griega, la espiritualización de su pensamiento más elevado. La elegía tiene particular interés también por el concepto de Shelley sobre la vida de ultratumba. Sea lo que sea lo que haya dicho en otras ocasiones sobre la inmortalidad del alma, Adonais está animado no de inspiración materialista sino de la fe en un espíritu que sobrevive a la muerte. El estilo es tranquilo y solemne, y el tono se hace violento sólo cuando Shelley se lanza contra quienes han causado la muerte de Keats. En esta poesía las cualidades del arte de Shelley se presentan bajo uno de los aspectos de más copiosa y espléndida fantasía. [Trad. de Vicente Gaos, (Madrid, 1948)].
S. Rosati
Una edad que no produce niños que de veras parezcan niños, no puede producir un Shelley. Porque como poeta y como hombre, fue esencialmente un niño. (Thomson)