Tulādhāra

Personaje legendario hin­dú cuya historia se narra en el Mahābhārata (v.). Encarna el tipo ejemplar del humilde, que posee la suprema y saludable sabiduría surgida de una clara percepción de las cosas del mundo y edificada, con pureza de alma y de mente, sobre un fondo de bondad y de buen sentido innatos.

Tulādhāra es un humilde mercader que vive en Benarés, donde posee una tienda de drogas, hierbas curativas, etc. El brahmán Jājali, en otro tiempo orgulloso por las severísimas peni­tencias que se había impuesto, y más tarde vituperado por una voz celestial que pro­clama la superioridad moral de Tulādhāra, se dirige a Benarés para aclarar el miste­rio de tan secretas virtudes. Y se presenta a Tuládhára y le interroga, con la espe­ranza de aclarar cuáles son sus méritos. Tulādhāra empieza elogiando el amor a las criaturas y confesando que se esfuerza en practicarlo con toda afabilidad, atendiendo honradamente a su humilde menester y mostrándose siempre benévolo para con el prójimo.

Luego Tulādhāra explica el pre­cepto de la «ahiṃsā», o sea del «no ofen­der». Deben condenarse — dice — cuantas actividades acarrean daño a los demás: así la cría de ganado, que fatalmente desem­boca en el sacrificio de animales, el comer­cio de seres vivientes (hombres y bestias), e incluso la propia agricultura, por cuanto el arado, al hender la tierra, mata a nu­merosas e inocentes bestezuelas. Jājali ob­jeta que la ganadería y la agricultura parecen esenciales para la vida de los hom­bres y que los propios sacrificios serían im­posibles sin víctimas animales y vegetales. Pero Tulādhāra, a su vez, exalta, como muy por encima del sacrificio tradicional, aquel otro mucho más meritorio que se ofrece sin afán de recompensa, ni fraudes de sacerdotes, ni muerte de criaturas.

Encar­nadas en los tipos de Jājali y de Tulādhāra se enfrentan, en este bello episodio, dos mentalidades y dos morales muy distintas: la brahmánica, ligada al culto tradicional, rico en formas externas, y la ascética, que exalta la pureza de corazón y de inteli­gencia, así como todas las virtudes con­cretas y sustanciales que con ella se relacionan. El amor al prójimo y la norma de no ofender habrán de ser los principios capitales de la moral budista y jainista.

M. Vallauri