Tersites

[Thersites]. Es el singular personaje que en el canto II de la Ilíada (v.) levanta su voz plebeya contra los jefes y es duramente reducido al si­lencio por Ulises (v.).

Homero dedica un retrato a su persona física, lo cual consti­tuye una notable excepción en la literatura épica griega. Es el más torpe de los hom­bres que han ido a Troya, contrahecho, bizco, jorobado y con la cabeza calva y puntiaguda. En Homero las dotes morales corresponden siempre exactamente al as­pecto físico: por lo mismo Tersites es de baja condición, vil y antipático a sus jefes. Por lo demás, ya su nombre, que significa «desvergonzado», anuncia su carácter. En la asamblea, Tersites protesta contra Aga­menón (v.), a quien acusa de codicia, y en el fondo no hace otra cosa que repetir la actitud de Aquiles (v.).

Pero la suya es una versión plebeya de la protesta contra el rey supremo, y como tal es considerada intolerable. Nos hallamos frente a una caricatura política, despiadada en su cruel ironía, y en uno de los pocos episodios «di­vertidos» que se hallan en toda la obra homérica. El propio poeta nos lo advierte: cuando Tersites, herido por el cetro de Ulises, derrama gruesas lágrimas y vuelve a sentarse asustado y con la mirada perdida, los demás, a pesar de que las circunstancias son poco serenas, «se ríen divertidos», y comentan complacidos la severa reacción de Ulises. Tersites es el único verdadero plebeyo de la Ilíada, y toda su comicidad deriva precisamente de su humilde condi­ción. Repite lo que antes dijera Aquiles contra Agamenón, y a pesar de todo sus­cita la risa y es apaleado, porque su rebe­lión parte del egoísmo y de la cobardía y sus palabras, aunque justas, repugnan a la asamblea.

Tersites entra así casi de re­filón en la poesía épica, provocando una insólita ironía y una polémica inclemente, si no maligna. Incluso los recursos estilís­ticos del episodio son especiales: la des­cripción minuciosa de su figura coloca a Tersites en el plano de las cosas inanima­das, sin introducirle en la sociedad de los personajes homéricos. Homero considera con ojo realista los objetos y aspectos de la naturaleza exterior, ya se trate de un ambiente, del palacio en que transcurre una acción, de una armadura o de un carro que por un momento adquiere un signifi­cado concreto; pero evita describir los per­sonajes, caracterizándolos con retratos físi­cos o notas psicológicas. Cierto es que al final de la Ilíada hemos aprendido a co­nocer a Aquiles, a Héctor y a todos los demás, pero ello ocurre sin que jamás se les describa en pocos versos.

El «retrato» de Aquiles, por ejemplo, empieza al prin­cipio del canto I, pero no termina hasta el último, cuando su entrevista con Príamo (v.) nos revela los más íntimos pormenores de su carácter. La definición de los persona­jes se desarrolla a lo largo de situaciones complejas, y no por retratos aislados, y se precisa en el cotejo de aquéllos entre sí. Homero no nos da a conocer a un personaje de una sola vez, al hacerle entrar en acción, sino que nos los presenta a todos juntos, en comparación unos con otros. Incluso en lo que se refiere al aspecto físico de sus héroes, la única vez que Homero alude a él lo hace por comparación, presentándolos diversos en sus relaciones, pero evitando las indicaciones absolutas, que serían menos precisas. (Así, en el canto III, en el que los aqueos se ven de lejos, Agamenón es noble y grande, aunque no sea el más alto, y se distingue por su porte; Ulises es de menor estatura, pero tiene los hombros y el pecho más anchos, y aunque más bajo que Menelao, v., sentado es más imponente; Ayax, v., es el más alto de todos).

En cam­bio, Tersites es descrito como un objeto, con curiosidad, y por ello resulta, más que un hombre, un tipo, como pocos se hallan en Homero. Al igual que un objeto, ya sea un arma o una copa, sólo vale en función de los jefes que se sirven de él. No cabe compasión para él, ni piedad, porque su carácter es distinto al de todos los demás. Y por lo mismo no es necesario que se le vuelva a mencionar: su función ha termi­nado. Sólo un poeta del Ciclo épico griego (v.), en La Etiópida (v.), relata la muerte de Tersites: Aquiles, tras haber dado muer­te a Pentesilea (v.), quiere restituir sus despojos a los troyanos, pues la belleza y el valor de la heroína le han impresionado profundamente. Y cuando Tersites se atre­ve a insinuar que Aquiles se enamoró de la reina de las amazonas, aquél le mata de un puñetazo.

F. Codino