Teresa Varma Dacosta

Heroína de la novela de su nombre, del escritor neogriego Grigorios Xenopoulos (1862-1951). Teresa es una muchacha de Zante, educada en un ambiente burgués, que exteriormente la ha ligado a las buenas maneras.

Pero parece encontrar­se a sí misma cuando sigue a su madre — que, asqueada por la infidelidad de su marido, abandona el domicilio conyugal — y cede a las sugestiones de la vieja man­sión de sus abuelos, en cuyas inmensas y tenebrosas paredes macizas y desiguales la leyenda dice que en otro tiempo fueron encerrados hombres en vida. También hay en la casa estancias cuyo suelo disimula una trampa que, al dispararse un mecanis­mo secreto, precipita en los sótanos a quien inadvertidamente la pisa. La fantasía de Teresa, fascinada por los sombríos tonos de antiguos objetos de familia, la hace sen­tirse como una castellana de la Edad Media, cuyo capricho no conoce límites.

Atávicos instintos sensuales y perversos, misteriosa­mente evocados por la soledad, se apode­ran de ella, impulsándola a atormentar en cruel juego a un joven burgués locamente enamorado, y a abandonarse sin el menor pudor al aprendiz del barbero de su abuelo, para hacerle caer luego, cuando está can­sada de él, al subterráneo, donde morirá de hambre.

Y cuando el crimen es descu­bierto por intervención del primer preten­diente, Teresa, por miedo a que éste la denuncie, se le entrega, pero en una siniestra tentación, empuña, durante su sueño, un estilete de Toledo, y, descubierta al des­pertarse súbitamente el joven, es por él abandonada en generoso silencio. Cuando tras muchos años vuelven a verse en Ate­nas, ella, que se casó con un noble de Zan­te, vuelve a ser la mujer que se adapta a la vida a que el destino la llevó: casta en su belleza, e incapaz, no ya de un cri­men de amor, sino aun de la más breve distracción de las normas sociales.

M. Siguro