[Thérèse Raquin]. Personaje de la novela de su nombre (v.), de Émile Zola (1840-1902). Su capacidad de simulación asusta, pero, más que horror, inspira compasión.
Durante largos años, Teresa Raquin oculta su temperamento apasionado, disimulando sus lágrimas y fingiendo adaptarse al ambiente gris y a la convivencia con su enfermizo primo, y aceptando con ternura los cuidados de su excelente tía que la trata como a una hija. Carente de vida moral, aparentemente fuerte pero íntimamente débil e irresoluta, acepta el matrimonio con aquel primo que le repugna, porque no sabe mostrarse sincera y buscar su propia alma y su propia existencia, aun a trueque de un acto de rebeldía que la redimiría de aquel largo y odioso engaño. Cuando aparece Lorenzo, sus instintos despiertan: la atracción física del hombre, el calor fuerte y embriagador de la vida, no tardan en dominarla y en despertar en ella, por primera vez, el amor.
Pero también suscitan, como una larga llama inapagable y cruel, la rebelión de Teresa contra todo su pasado. Entregada a sus sentidos recién despiertos, se mostrará despiadada e íntegramente vengadora. No participará en el asesinato de su marido, pero suscitará su idea, aun sin palabras, con su mera presencia, y asistirá a él y no hará nada por impedirlo. Las sutilezas del derecho penal podrían quizá salvarla del patíbulo; pero la ley moral, juzgándola con inexorable severidad, le arrebata el sueño, le impide todo placer, le inspira pesadillas, puebla sus días y sus noches de fantasmas y la hace enloquecer bajo los ojos de la paralítica, que sabe lo ocurrido, y del gato, que lo ignora todo. El crimen llama al crimen y el abismo al abismo: sólo suicidándose, aquella que no conoció el bien cree poder aplacar sus nervios exasperados y alejar de sí las terribles miradas de los vivos y de los muertos.
G. Falco