Entre las frases memorables de este su personaje predilecto, recogidas por Paul Valéry (1872-1945) en la breve obra titulada La velada con el señor Teste (v. Monsieur Teste), una de las más significativas es: «Soy hasta cierto punto el hombre de la atención».
En efecto, la atención de Teste es una atención tenaz, heroica y despiadada, que tiende a reducir el pensamiento a una total ausencia de contenidos y a las variaciones solitarias de una línea pura: semejante empeño, arriesgadamente contradictorio, que hace del mundo exterior un juego de apariencias arbitrarias, e incluso del lenguaje una cifra mudadiza y provisional, nos conduce a la fijeza del ambiguo mito decadentista de la identidad, de Narciso (v.) o de Herodias (v.). El drama de Monsieur Teste, como el de la Herodías de Mallarmé, es el drama inmóvil de una posesión total y definitiva de sí mismo, de una soledad entre los hombres, ásperamente buscada y mantenida: basta que por un momento Monsieur Teste abandone su orgulloso exilio para que todo contacto con el mundo le exaspere y le irrite, o si su deliberada y tensa insociabilidad intelectual cede apenas a raros momentos de fatiga, «la nada, infinitamente vacía y tranquila», le parecerá no una defección, sino otro modo de ser él mismo.
El pesimismo gnoseológico de Valéry encuentra pues en la desengañada, mecánica y metafísica figura de Teste una imagen ideal. Ésta, empero, no se presta ya a ser considerada como mero pretexto literario de exposición sistemática; por el contrario, Teste vive como patética e involuntaria contradicción de un sistema de la nada, y captar concretamente tal contradicción, dando con ella significado a un autorretrato fantástico, es el interés principal de Valéry: interés psicológico y poético, por lo tanto, antes que lógico.
La presencia humana, por lo mismo, del pesado y monótono paso de Teste, de sus hombros de militar, de sus achaques o de los detalles de su vida conyugal conduce a un doloroso y amargo contraste con su aspiración a una radical ausencia intelectual. «Cette géometrie de ma souffranee» (Esta geometría de mi sufrimiento), dice hablando de sí mismo. Pero en realidad, precisamente en la búsqueda de un imposible acuerdo entre los impulsos del corazón y los ecos de la memoria, por un lado y por otro una áspera e irreductible voluntad racional, se afirma dolorosamente, más allá del férreo cerco del sistema mental, la infinita libertad del alma.
G. Bassani