[Minna von Barnhelm]. Personaje central de la comedia de su nombre (v.), de G. E. Lessing (1729- 1781), en la cual la representación directa de la vida sustituye a toda imitación, dando a cada uno de los personajes aquellos sentimientos y aquellas pasiones que hasta entonces la literatura alemana había reservado casi exclusivamente a los círculos sociales más elevados. He aquí en breves palabras el argumento.
Durante la guerra de los Siete Años, el mayor prusiano Tellheim ha sido enviado a Sajonia a cobrar un tributo de guerra, pero como los habitantes no están en situación de satisfacer la suma que se les pide, les ofrece su propio dinero. Semejante magnanimidad hace que una muchacha del país ocupado, Minna, se enamore de él. Pero, una vez terminada la guerra, Tellheim es acusado de corrupción, y, humillado y ofendido, renuncia a Minna para ahorrarle el tener que compartir su triste suerte. La joven le busca y logra encontrarle en Berlín, donde nace entre ambos aquella oposición entre honor y amor que, dentro de un marco de intrigas y de luchas, constituye el punto central de la comedia. Finalmente Minna, fingiéndose pobre y abandonada por todos, logra que su amado renuncie al propósito de separarse de ella.
Minna y Tellheim, a pesar de todas las apariencias en contra, son dos creaciones del racionalismo de Lessing. El uno, rígido y terco defensor del derecho del honor externo, o sea de la reputación pública, sobre el derecho del corazón: «Señorita — dice a Minna —, el honor no es la voz de nuestra conciencia ni siquiera el testimonio de algunas personas honradas… Si no se le da la más amplia satisfacción, yo no puedo ser vuestro esposo, porque a los ojos del mundo no sería digno de serlo». La otra, no menos tenaz y sutil defensora de los derechos del corazón y de la palabra dada. Y si entre ambos no hay posibilidad de acuerdo respecto a esta distinta manera de comprender el honor y el amor, no queda otro recurso que el engaño: así la compasión obtendrá lo que el sentimiento no pudo lograr.
En el fondo, empero, resulta claro que incluso bajo el rígido orgullo de Tellheim arde escondida una llama de amor que no espera más que un motivo, aunque sea fingido, para revelarse e imponerse. El carácter exterior de Tellheim es así el elemento necesario para que comprendamos, por contraste, la exuberante y briosa vitalidad de la figura de Minna, «la más dulce, la más querida, la más amorosa y la mejor criatura bajo el sol: toda bondad, magnanimidad, inocencia y alegría» — según reconoce incluso el mayor prusiano —: una criatura, podemos añadir, toda femineidad, o sea adorable por su gracia, y pronta, al mismo tiempo, a la más sutil astucia y a la más ingeniosa estratagema, como una de las más vivas y deliciosas figuras de muchacha que hayan podido crear un Molière o un Goldoni. Pero sobre todo es una criatura gozosa, que sonríe ante la vida y que, llena de serena confianza y de optimismo, sabe difundir a su alrededor la alegría de vivir.
Para comprender su alma basta escuchar su voz, cuando, una vez reconquistado el amor de Tellheim, su felicidad rebosa: «He vuelto a encontrarle, Francisca, he vuelto a encontrarle. Mi alegría es tan grande que ya no sé dónde estoy. Alégrate conmigo, Francisca. Sí, debes hacerlo. Ven, querida, te haré un regalo. ¿Qué te gustaría más? Llévate lo que quieras; pero sobre todo, alégrate… Toma, querida Francisca, cómprate lo que más te guste; pídeme más, si no te basta; pero ¡alégrate conmigo ! ¡ Es tan triste encontrarse sola cuando una es feliz!». Así, tan viva, apareció Minna ante los sorprendidos ojos de sus contemporáneos de la época de la Aufklärung y tan viva sigue todavía hoy, después de casi dos siglos.
R. Bottacchiari