Don Ramón de Villaamil, alias «Miau», protagonista de la novela de ese mismo título (v.), es una de las mejores figuras del mundo narrativo de Benito Pérez Galdós (1843-1920).
Es el «cesante» crónico, el empleado del Estado decimonónico, expulsado y readmitido según los cambios de Gobierno. Pero el «señor de Miau» aparece en una larga cesantía que amenaza convertirse en definitiva por su edad, y, para más tristeza, cuando sólo le faltan unos pocos meses de servicio para poder jubilarse con «los cuatro quintos del sueldo», cantilena ésta que caracteriza al personaje como un «leit-motiv». El «señor de Miau» se presenta como corifeo de toda su familia: su señora e hijas, inconscientes de su pobreza y esforzadas en aparentar distinción y mantener una ficción de elegancia cursi; el yerno calavera, intermitentemente reaparecido, y el hijo de éste, el nietecillo Luis, niño visionario y místico que forma el contrapunto a las obsesiones administrativas del abuelo. «Miau» es el apodo que caracteriza a la familia por la gatuna fisonomía que constituye su aire común.
Don Ramón de Villaamil agoniza y muere a la sombra del Ministerio que no le quiere readmitir: en su desesperación, visita los despachos, habla con los funcionarios, viejos compañeros suyos, da consejos desde lo alto de su experiencia a los empleados nuevos, urde fantásticos planes para la regeneración administrativa del país, pero los númenes burocráticos se le vuelven cada vez más hostiles, precisamente por el aire alocado y neurótico de sus afanes de reingreso en el servicio. Y detrás, la señora y las niñas siguen yendo al teatro con billetes gratuitos, y pasan hambre con tal de figurar en sociedad, empeñando la casa, pero resistiéndose a vender las cortinas del salón, último reducto de su sentido de «clase».
La tragedia crece: el pobre ex funcionario sigue acercándose a la mole del Ministerio como a su muro de las lamentaciones, hasta que al fin, abrumado entre la inexorabilidad de la Administración y la estúpida cursilería de las mujeres de su casa, escapa aturdidamente, y en un terraplén de las afueras madrileñas se pega un tiro. Don Ramón de Villaamil es algo más que un problema social; es la tragedia de un hombre que queda en el vacío después de haberse revestido de unas formas y maneras que le separan de toda posibilidad vital, en un mundo encasillado y ficticio.
J. M.a Val verde