Es el «gracioso» del drama Fuenteovejuna (v.) de Félix Lope de Vega Carpió (1562-1635). Pero como acontece también en otros dramas españoles, su papel no es únicamente cómico, sino que sirve de contrapunto jocoso a una aventura dramática.
Mientras la atmósfera se va cargando de amenazadoras nubes y la violencia engendra la violencia, Mengo representa la sonrisa y la alegría, y brinda una escapatoria a los acuciantes problemas que Lope de Vega trata con mano maestra, permitiendo así que el interés del público se mantenga a la necesaria presión. Mengo es un honrado campesino, respetado y apreciado por todo el mundo. Sus agudezas se escuchan con divertida sonrisa y, como su audacia no cede a la de nadie, Mengo participa en la rebelión de Fuenteovejuna con toda su alma. Y aunque grite «¡abajo los tiránicos!» en lugar de «¡abajo los tiranos!», sus palabras conservan toda su significación, a despecho de su infidelidad a la gramática.
Así, cuando le someten a tormento para que declare quién dio muerte al Comendador de Calatrava (v.), él, a las primeras vueltas de la rueda, se declara pronto a confesar cuanto sabe. Todo el pueblo siente encogérsele el corazón. ¿Acaso Mengo no era más que un payaso, un bufón sin más alma que la del teatro y la ficción? Nada de eso. La burla sirve a Mengo para hacer aún más vivo el contraste entre la unidad del pueblo en armas y la justicia que busca a un solo culpable. «¿Quién ha sido, pues?» «¡Fuenteovejúnica!», contesta Mengo.
Y el diminutivo de Fuenteovejuna confirma una vez más la solemnidad del juramento que todos, serios y burlones, han prestado, de unirse estrechamente y defenderse hombro con hombro. El juez acaba por ceder y el rey perdona. Mengo, el bufón que contaba chistes, es tan necesario a la colectividad como el herrero o el zapatero. Y Lope, al darle un puesto en su comedia, lo sabía muy bien.
F. Díaz-Plaja