[Mecentius]. Antiguo y legendario rey etrusco, originario de Cere y expulsado, a causa de su cruel tiranía, por el pueblo de aquella ciudad. En la Eneida. (v.) aparece como aliado de Turno (v.) contra Eneas (v.). Su nombre es etrusco, aunque con sufijo latino.
Su tradición previrgiliana se remonta para nosotros a Catón, que le incluía ya en la leyenda de Eneas y le hacía morir, después de éste, a manos de Ascanio (v.); según Livio y otros historiadores, Ascanio únicamente le derrotó y obligó a aceptar la paz. La tradición recogida por Virgilio (así como por Ovidio, Fastos. IV, 881 y sigs.) le supone muerto a manos de Eneas. Ovidio, sustancialmente de acuerdo con Catón y con otros autores, narra que Mecencio, como precio de su alianza, pidió a Turno el vino de la próxima cosecha: Eneas, por su parte, lo había ya ofrecido en voto a Júpiter, cuyo favor se había así granjeado.
En la Eneida, Mecencio es un hombre soberbio e impío: es el padre de Lauso, el cual es mucho mejor que él y se distingue como bravo domador de caballos (VII, 647 y sigs.); en el libro X Mecencio se encuentra con Eneas, que primero le hiere y luego mata a Lauso, que había acudido a defenderle; finalmente cae el propio Mecencio, al querer vengar a su hijo. Ese personaje, despiadado con sus enemigos, odiado por todos e irrespetuoso con los dioses, es la antítesis del piadoso Eneas; sus divinidades son su brazo y sus armas (Eneida, X, 773); en lugar de ofrecer el botín a la divinidad, lo destina como trofeo a su hijo.
Únicamente la muerte de Lauso aparece a sus ojos como un castigo; pero se decide en seguida a vengarle o a morir, y así su figura se exalta en una especie de catarsis, en cuya virtud el dolor paterno, según la concepción virgiliana, parece redimirle de su impiedad para con los dioses y los hombres.
A. Ronconi