Protagonista de la novela de su nombre (v.) de Víctor Hugo (1802-1885), es sin duda la más feroz expresión de brutalidad que aparece en la literatura narrativa europea.
Más que un auténtico personaje, Han de Islandia constituye una leyenda de violencia bestial que impregna todo el ambiente de la novela: alrededor de él, que bebe sangre humana, sólo pueden vivir personajes sanguinarios como el verdugo Orugix, o macabros como Spiagudry, el guardián del depósito de cadáveres, o malvados como el intendente Musdoemon, o, por contraste, héroes purísimos como Ordener: la atmósfera del relato, en efecto, parece llena de sangrientos vapores. Este monstruo, que parece ver al hombre únicamente en la miseria de su carne, embriagándose con ella, sólo tiene un rasgo humano: su desmedido amor por un hijo suyo, que muere ahogado cuando se dirigía a una cita con una muchacha que le traicionaba con un arquero.
A consecuencia de ello, Han concibe un odio tremendo por el rival de su hijo. Pero el resto de su vida escapa a toda norma, y sólo a través del sentimiento del horror puede llegar a tomar contacto con nosotros. Éste es, por otra parte, su objetivo: fuera del mundo, sin más compañero que un oso; siempre presente en el libro, pero apareciendo pocas veces personalmente ante los ojos del lector, Han de Islandia no es más que un mito de horror, y quizás ningún otro personaje de la literatura romántica logró mantener durante una obra entera una fuerza de sugestión semejante a la suya.
U. Déttore